Me lo contó un amigo



En aquel pais, a todo presidente electo se le sometía a una operación de corazón para implantarle un poderoso chip en el ventrículo derecho, cuya función principal era la de captar, vía ondas electromagnéticas, tanto las satisfacciones como los disgustos de los ciudadanos. El presidente gozaba de una salud formidable cuando la ciudadanía estaba contenta y hasta se le permitía disfrutar de vacaciones extra, ya que la felicidad ciudadana demostraba que el gobernante había trabajado eficientemente por la mejora del pais. En cambio, al presidente se le aceleraba el ritmo cardíaco si la ciudadanía enfurecía. El insomnio y las palpitaciones le avisaban de que su gestión no era la adecuada. Cuando los ciudadanos estaban más que hartos a causa de las promesas incumplidas, era inevitable que finalmente el chip provocara una explosión en el corazón del presidente. Infarto. Hoy en día, después del fallecimiento de siete presidentes por efectos del chip, se está estudiando la implantación del mismo en el corazón de los ministros, que se daban la gran vida y hasta la fecha habían gozado de total impunidad.