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Idiotas En la edad de piedra los idiotas morían. El tiempo que no tendré me inquieta antes de perderlo. Como si ya me faltara. Me intranquilizan, de lejos, las palabras que pronto ya no diré. Palabras desposeídas, enajenadas. El miedo debe de ser algo así. Un mercado de futuros, una expectativa del propietario. Una escapatoria, una evacuación, una deposición, una excreción. Una mierda, en definitiva. El miedo se parece a los prestamistas: se adelanta a la carencia, anticipa las faltas, exhibe el porvenir en un escaparate de respuestas antes de que se formulen las preguntas. Como quien sube al tren sin maleta, se mira el ombligo, feliz, seducido, pura expectativa, creyendo que a todo destino le corresponderá siempre un viaje efímero y, despues, un camino de regreso: todo en un pack por el mismo precio... Qué mentira. Toda prevención es fracaso cuando auxilia en la huída y no colabora en desafiar el presente. Toda cautela un autoengaño. Prostitución. ¿Necesitaré los cuchillos? Ya no. De momento, me quedan cuatro palabras mal dichas. Repetitivas, previsibles, insulsas, farragosas, sin gracia. Sufrid, propietarios. Rezad, rezad, cabrones... Los idiotas hemos aprendido a teclear. Es irremediable. Escrito por jose el 16 de noviembre de 2004, 1:54:46 CET |