Guarros



Ayer por la tarde vi cómo, en la calle, un taxista sacaba brillo a su herramienta de trabajo, un flamante y pulquérrimo BMW que ya de por sí brillaba sin necesidad de un aseo adicional por parte del jinete. Sin embargo, sirviéndose de un pañuelito de papel, el hombre se afanaba en los retrovisores, en las llantas, en los faros..., y vuelta a comenzar, como si la mirada de los viandantes pudiera manchar su estupendo carro. No sé cuánto tiempo llevaba ya el hombre en estos menesteres... Yo lo observé durante un par de minutos, mientras esperaba a un amigo, el tiempo justo para ver cómo finalizaba su faena. Con los brazos en jarra, se plantó satisfecho ante el BMW, después le dio un par de vueltas (el "por-si-acaso") y, para culminar su repugnante obra, lanzó al suelo el pañuelito de papel.