Hueco XI



Dentro de la voz mínima, alas sin dueño. No esperanza. Adiós fuego. Lágrimas, por favor, que la eternidad escasea.

Hace frío. ¿Quién muge?

Noche, el miedo vuela sin sombra de mirada en mirada, aniquila el derecho al insomnio, al mar, y a la caricia acude puntual para amputar las horas. Como un dios.

Sangra en cada labio imitando mal la soledad del universo, adulando la nostalgia donde escondemos nuestro propio secuestro. Como una idea.

Cuando menos, su traición es siempre doble, pero enseña a sobrevivir piel adentro. Consuelo o silencio, el viento nos llevará lejos de nosotros mismos, cuando ya no sea ni siquiera tarde.