Contra el enemigo interior



Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre; una piara de ideales revolcándose en la pureza de la presunta ingenuidad, prototipo sublime de la entrega personal edificada bajo la primacía del ego, altruísmo decadente vacunado contra la miseria del proletariado, caridad indolora al servicio del zoom, generosidad de lejos, de estrella, fácil.

Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre; soldado en retaguardia de las grandes causas humanitarias, empresario moral, showman filantrópico, vertedero dorado para los llantos benevolentes y genuflexos de las masas, heraldo de la virtud, caudillo protector de la eficacia de la culpa, miedo blanco a la vida llena, terror.

Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre. Si hubieras leído a Adorno: «Sólo podrás ser amado donde puedas mostrarte débil sin provocar la fuerza».