Vade retro...



Ha resucitado un Papa, algo común y seguramente ex professo, acontecimiento noticiable y plañidero por el que no renunciaré a divertirme ejerciendo de agnóstico incurable, repartiento hostias a diestro y siniestro o dejándome arrastrar por una cómoda idea de infierno o por la gran virgen negra que poseyó a Rimbaud, escogiendo in pectore y también urbi et orbi cada uno de mis instintos a la salud del flamante cónclave de cardenales, y expresando a mis prójimos la necesidad de una ley a favor de la de la eutanasia ipso facto entre todos los periodistas loritos de Dios. No hay nada de extraordinario en mi reclamo, pero tampoco en el adornado cadáver de un hombre que tenía de pastor lo que otros de perro o de rebaño. Se ha muerto más gente, también, de hambre o de cualquier otro genocidio, algo común y también plañidero aunque poco noticiable en estos tiempos. ¿No se siente usted idiota, o quizá imbécil, contemplando cómo, dentro de la televisión, anochece en la Ciudad del Vaticano?