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«Juan Pablo, sin embargo, no aceptó la igualdad con nadie. Desde sus primeros años como sacerdote, se destacó por su exorbitante creencia en sus propios poderes espirituales e intelectuales. Graham Greene soñó una vez con un titular que decía “Juan Pablo canoniza a Jesucristo”. Los obispos eran citados a Roma para recibir órdenes, no para consultas fraternales. Descabellados extremistas de derecha y franquistas fueron honrados, y a los liberacionistas políticos latinoamericanos se les trataba a gritos. La autoridad del Papa era tan inexpugnable que el jefe de un seminario español logró convencer a sus estudiantes de que tenía el permiso personal del Papa para enviarles correos electrónicos».

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