Correr a 40ºC



Últimamente he ido alguna mañana a la playa, pero hace tantísimo calor que me paso casi todo el rato dentro del agua... Hasta que se me arrugan los dedos. Los dedos y todo, vaya. A las doce del mediodía huyo espantado de la arena, como los lagartos que se esconden bajo las piedras. De regreso a la cueva, compruebo desde el coche que hay personas que tienen el valor, o la imprudencia, de correr a lo largo del paseo marítimo. Cuando veo que, a una temperatura de 40°C, bajo un sol de justicia, alguien se pone a correr sin camiseta, me pregunto si el objetivo de ese ser humano es ponerse moreno y en forma o si, en cambio, está exhibiendo una nueva modalidad de suicidio todavía no recogida por la sección de sucesos de los periódicos. Mi inexperto diagnóstico sostiene que, probablemente, esa persona padece una especie de crisis de la autoestima, un descontento patológico en relación con su cuerpo, una clase de vigorexia extrema, una letal adicción a la propia imagen —la imagen como droga—, o algun otro tipo de trastorno de la personalidad en estado avanzado...