Cuña



De repente, uno se levanta un día, o se acuesta (da igual), se queda un momento pensando, pero no pensando como siempre, sino pensando más cerca de sí mismo, bien adentro (quién sabe si por casualidad) y descubre sin mucho esfuerzo que él ya no es quien creía ser. Ya no. Que es otro. Y, de hecho, a sí mismo acaba viéndose como otro, porque, sin saber cómo, ha llegado a ser, en realidad, otro. Por un momento, siente lejanía y abismo, pero también una inexplicable paz y plena conciencia. Contra su comodidad, recupera sus sentimientos. Ignora la causa de la mutación; es más, le trae sin cuidado. La primera pregunta que se plantea es si, ante el cambio, será imprescindible hacer algo al respecto o bien dejarse llevar por las consecuencias de su antigua creencia.