Millás



Cómo saber si las personas con las que nos cruzamos existen o no. Todas emiten luz, con independencia de que haya desaparecido o no su causa. Cuando éramos pequeños, en mi barrio, jugábamos a distinguir entre las personas vivas y las muertas. Se trataba de un juego extraño, que luego no he visto en otros barrios, en otras culturas. No tengo ni idea quién lo inventó, pero recuerdo que cuando uno creía ver a un muerto en el autobús, en la ferretería, en la iglesia, se lo comunicaba corriendo a los demás. Por lo general, nadie intentaba pasar gato por liebre. Si habías visto a un muerto, habías visto a un muerto. Y tus amigos, lo aceptaban. No logro recordar qué características tenía una persona muerta, puesto que hablaba y se movía como las demás. Pero nosotros sabíamos. Un día llegué a contar hasta 10 muertos y gané. El último era un niño de unos seis años que iba de la mano de su madre (una viuda).

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