Receta del oculista



Nunca acuestes a los hijos de tus ojos: las soledades hipermétropes, las ciegas esperanzas y las mujeres estrábicas superan, con creces, la efectividad de un colirio. Y si ya de mañana te levantas con el ojo derecho, tan vengativo y rabioso, tan silencio y tan solo, por lo menos procura no estirarte las cejas... O ya nunca podrás, en las peluquerías, dejar de peinarte las lágrimas, de hacer la permanente al amor o de gasear laca, como recuerdo, a tus futuras legañas. También puedo recomendar a tu rostro que se opere de esos besos que sangraron y se fueron como acné en las mejillas.