Elena



Habían quedado en la misma plaza de siempre, frente a la Delegación de Gobierno, a las seis de la tarde, junto al mismo poste de No aparcar de 9 a 20 horas. Él había pasado el día meditando la mejor forma de demostrarle su amor, algo extraordinario, algo fuera de lo común. Pensó en señales de humo, en contratar violinistas, en lanzarse en paracaídas, pero nada de esto le convenció... Hasta que al fin se decidió por escribirle una pancarta. Hasta la fecha, solamente le había escrito papelitos con apasionados versos que a menudo se sacaba del bolsillo trasero de sus pantalones para entregárselo con toda la fuerza de su ternura. Así que esa misma tarde, antes de la cita, entró en una tienda para comprar una cartulina de metro y medio, y un rotulador de punta gruesa. Después se sentó en un banco de la plaza para rotular su mensaje de amor. Diez minutos antes del encuentro, él ya se hallaba esperándola ante la mencionada Delegación de Gobierno, manifestándose, defendiendo todo su amor con la pancarta entre las manos, alzadas ante las miradas de curiosidad y extrañeza de decenas de viandantes que en esos instantes cruzaban la plaza. ¿Que haces?, le preguntó ella al llegar... Lógicamente, ella se molestó un poco y se avergonzó del espectáculo que él estaba dando. Él le invitó a sonreir y se fueron a tomar una cerveza... No se sabe dónde fue a parar aquella pancarta en la que él se manifestaba "En Defensa del Amor Helénico".