No digo nada



Yo no digo nada. Nunca digo nada, ni siquiera ahora, ni mucho menos aquí. ¿Qué? ¿Que qué digo? Nada. Este yo, es decir, esto que fraudulentamente yo creo que llamo "yo", este yo que me ocupa y me invade, que no me hace caso porque ciertamente no sabe nada de mi, este yo nunca dice nada de nada, y si dice algo, aunque sea "buenos días" o "qué tal, Pili", seguro que es mentira o lo que aún es peor: falso. Otra cosa es que alguien se lo crea, o que se lo quiera creer. Porque nunca digo, ni dije, ni diré nada. ¿Cómo voy a saber yo decir más que lo que dice mi cuerpo desnudo ante el mundo, este cuerpo que sabe más de mi que yo, y más que todos los libros del mundo que lo saben todo? Sin ir ni venir, porque no me muevo, parece que vengo de una eternidad muda y que voy hacia otra eternidad muda, al menos mientras no se demuestre lo contrario. Me he pasado la vida callado, por más que grite, por más que llore, y ya presagio, con educada antelación, que en silencio hablaré hasta en la tumba. A ver, ¿qué he dicho? ¿Que soy agua con gas? No es cierto. ¿Y es que acaso acabo de decir algo? Me doy cuenta, además, de que tampoco nosotros decimos nada. ¿Qué decía usted? Usted se calla. No se enfade. No me malinterprete. Usted no dice nunca nada y si cree usted que en verdad dice algo, usted es un idiota o un imbécil (depende) como yo cuando me creo que digo algo. ¿Hola? ¿Hello? ¿What? ¿Hay alguien ahí? Fin de la comunicación. [Éste es el contestador automático de la Oficina de Objetos Perdidos. Si usted está llamando a este número de teléfono desde un año posterior al 2100 d.C. o bien telefonea desde alguna galaxia aún desconocida, deje por favor su mensaje e intentaremos atenderle, o no, en cuanto nos sea totalmente imposible].