Insomnio



¿Por qué insistes en llenarte de nada, en alimentarte de polvo? ¿Desde qué hambre escribes? ¿Qué Dios de mierda te animó a bajar al infierno? ¿Y quién es ese animal salvaje que te agarra el corazón por dentro? A los niños y a las niñas les enseñas mejor que nadie a escupir a los pies de la virgen, a creer firmemente en las nubes, a besarse en oscuros rincones cuando sus madres no miran, pero ¿qué es lo que te pasa ahora cuando prometes mares de sangre a los reinos y repúblicas de Europa? Te has codeado con los magnates y los presidentes de todo el mundo, te han invitado a las fiestas de todos los palacios de América, África y Asia, y ahora planificas su naufragio en los más hondo de tu sudor. ¿Qué amenaza presientes cada noche tras esa ventana que contra el muro perforas con tu propio silencio? Fuiste hijo, padre y abuelo antes de cumplir los quince, lamiste hasta el desmayo los poros de miles de desconocidas y, ahora, recién cumplidos los veinte, quieres abrir de par en par el cielo y la tierra para que el universo se atragante con tus gritos y se ahogue en tu saliva. ¡Si supieras lo poco que te aman tus congéneres! ¡Si conocieras la indiferencia y la verdad con la que nace y crece una maldita rosa! Muerto antes de nacer, tu destino es la masacre de todos los odios y, sin embargo, por amor vives dentro del cadáver más grande y más desconocido de todo el planeta. Aunque tu, todo eso, no lo sabes todavía. Y nunca lo sabrás. La eternidad confirma que las piedras te ignoran.