Viaje a Bruselas



Y fue entonces cuando Cátulo abandonó su escalón, caminó hasta el mismo centro del foro y dijo: Que lo sepan todas la polis hasta morirnos de vergüenza, si es que nos queda. Mi pais tiene ciudades donde los ciudadanos, además de putas, pagan las camas, donde los alcaldes, sus consejeros y sus negocios de trapicheo se han entrenado a conciencia en hacer tantas estupideces que sus escasos cerebros de mangantes han perdido hasta la capacidad de aprender a ser todavía más idiotas; ciudades como la que yo habito, allá en Hispania, donde la basura ha tomado la calle, se ha convertido en propietaria de la urbe, ella solita ha organizado largas procesiones de mierda y de ratas, y a diario celebra solemnes misas y circos de putrefacción, somete a los rebeldes de la escoba, se amontona y se revuelca sobre sí misma alrededor de los contenedores de reciclaje que, un buen día, tanto me alegró que instalaran en el barrio y que ahora ni siquiera son visibles a simple vista, tal es la montaña de basura que las cubre. Y todo eso porque el carro de recogida de basuras ha dejado de pasar. En la ciudad fea donde vivo somos más de cien mil habitantes, fíjense cuántas putas somos, y la tasa de basuras que pagamos llena las arcas públicas con más de 12 millones de euros, capital que no sabemos dónde va a morir. ¿Y tu me dices que no deberíamos perder la confianza en los políticos que tenemos? Dime tú una sola persona que en verdad se fíe de los políticos. Los que sufrimos nosotros empezamos a tener muy claro lo que son: ladrones fabricantes de mierda. A continuación, Cátulo montó en su caballo y se fue silbando.