NO-DO



Faltaba ya muy poco para que hiciera su primera declaración Herman Goering, el inteligente y carismático (y no por eso menos carnicero) número dos del régimen nazi. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, el alemán se esfumó de mi vista y, sin cuña de enlace o transición, inundó toda la pantalla la careta y la sintonía, siempre alarmante, intimidatoria, inquietante, del Telediario de la TVE. En esos cuatro segundos de careta especulé: será otro atentado terrorista en Euskadi, o quizá otro atentado terrorista en Iraq, o bien otro atentado terrorista en Estambul... Pero no. Qué va. No era un atentado, aunque lo del terror está por ver. Los directivos del canal público habían improvisado el NO-DO para dar a los españoles la letizia de que el hijo de un rey y una periodista divorciada van a casarse un día tal y en un lugar tal, me da igual cuándo y dónde. Cuando la sonriente presentadora dejó por fin de deslumbrarme con su luminosa dentadura, volvíó a sonar el toque de queda del noticiario y, de nuevo, sin cuña de enlace, el militar alemán Herman Goering apareció ante mi vista como si el juicio de Nuremberg se reiniciara por voluntad del director de Televisión Española. La película en cuestión, me refiero a la de Yves Simoneau, no la de Stanley Kramer, no pude ya seguirla, pero el episodio nacional que acababa de sufrir no hizo sino refrescarme la memoria acerca de las técnicas de propaganda que utilizó Joseph Goebbels durante el Tercer Reich.