Rosa o laberinto




Es como montarse en una montaña rusa. O como acudir al gran circo de las palabras. Piruetas gramaticales, doma de adjetivos, acrobacias semánticas, sujetos omitidos, triples y hasta cuádruples saltos mortales sin red desde el verbo que ustedes quieran. Está siempre en el viento y su polen alimenta jardines laberínticos. Dentro del laberinto siempre existe otro laberinto jugando al infinito dentro de su propio espejo. Promete en cada línea que la resolución del rompecabezas convertirá el espejo en ventana, pero cuando por fin logras abrirla compruebas que al otro lado te atrapa un espejismo mayor. Es su vida: en el viento, la rosa se deja oler, pero no tocar. Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una ilimitada biblioteca de libros ingleses, dijo Borges. También su minotauro es el de Cortázar, pero ella pone a su Teseo a reinventar el mito. Se llama Jimena.