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Hueco III Quise creer. Que la gota de lluvia, y no el odio, golpea con un hueco mayor en la cara del planeta si boca abajo te atreves a poner cada palabra otra vez preguntando otra vez preguntándose cada una de las respuestas que, seguramente, un buen día acertamos por casualidad. Pero no. Porque ahora es como jugar a los dados con raquetas de tenis, es como la tarde que hemos pasado contemplando lejano al reo a tan solo dos metros de distancia de sus cadenas arrastradas dentro de siete cráneos; adivinábamos tras la reja del furgón blindado la vena hinchada de su frente hasta que del horizonte nació un crepúsculo como un adiós. Mirada perdida, te pregunté entonces dónde guardabas tu la esperanza, quién podría poner a prueba sus omoplatos para salvar al prójimo de una muerte tabulada y prevista, qué clase de animal no somos que nos encogemos de hombros cuando descubrimos idiotas que en el espejo de nuestra mirada se ha poblado un cementerio. Y me has contestado que somos el animal que no existe. Escrito por jose el 22 de diciembre de 2003, 18:19:35 CET |