Contra la luz



Si es verdad existe una estrella 150 veces mayor que el sol, entre 5 y 40 millones de veces más brillante, que además no puede ser observada a simple vista, ¿por qué no hallamos o por qué se oculta vida extraterrestre que quizá sea 150 veces más grande que el ser humano, que quizá sea entre 5 y 40 millones de veces más inteligente que el ser humano, y que obviamente, si está a 45.000 años luz, no puede ser observada a simple vista? ¿Qué jerarquías, qué pérdidas, qué luces son éstas que arrastramos por los siglos de los siglos que nos hacen caer una y otra vez en esa minusválida obsesión que nos obliga a ser incapaces de mirar más allá, verdaderamente más allá de las estrellas, de la luz cegadora, más allá de la fe divina y ciega en una existencia infinita pero abarcable del universo? Hace calor. El sol inunda el huerto y lo borra. Me siento a la sombra de un naranjo y, tras unos instantes de ceguera, compruebo que mi visión mejora bajo la sombra. Por fin reducido a mí mismo, contemplo desde allí la naturaleza que me rodea. Me convenzo entonces de que somos piojos microscópicos durmiendo en la cabeza de Alguien que todavía no ha decidido rascarse.