Naranjas mecánicas



Si es verdad que la intensidad del olvido depende del número de intentos para suprimir los recuerdos no deseados y que llega un punto en que uno no puede recuperar ninguno de esos recuerdos aunque se lo proponga, entonces tendríamos que determinar muy bien qué se entiende por "recuerdo no deseado" y por qué, por ejemplo, algunas noches sigo soñando y recordando con exactitud matemática amores pasados como si todavía duraran; por qué recuerdo a la perfección el día y el modo en qué me abrí la cabeza con la barra oxidada de un toldo (razón de más para perder la memoria); o por qué guardo memoria de la mayoría de los arrepentimientos que no quise practicar. O falla la teoría científica al respecto o bien es que en el fondo de los fondos existe el deseo incontrolable de hacer un hueco en la memoria a muchos de esos recuerdos no deseados. Si nuestro cerebro suprimiera todo lo que intentamos suprimir sencillamente por el hecho de que se trata de cosas que no nos gustan, estaríamos indefensos, no sólo ante algunos de nuestros prójimos, sino también, y sobre todo, ante nosotros mismos. Lo que me preocupa es que algunos algunos comienzan a hablar del olvido como si todo pudiera solucionarse con un simple reset, y puede que con razón. Escribió el poeta alemán Jean-Paul Richter que la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados. A lo mejor no nos expulsan, pero quizá nos envíen por un tiempo al purgatorio.