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Barrio Las ventanas sacan cabezas al sonar las sirenas. ¿Algún herido? No importa. Todos miran y nadie pregunta. Es la costumbre. Barrenderos, escolares, mamás aceleradas, y la ambulancia, que se traga un muerto y hace la digestión de camino al hospital. En calles tan caudalosas nadie puede nadar contra corriente, aunque en este barrio cualquier idea es política decorativa. Antes del bautismo de la luz, auténtico milagro cotidiano, el alba se derrite libre, y desde los tejados trepa hasta tocar el suelo en el mismo instante en que nace una lechuga en la axila de la verdulera. Otro día en que las palomas se atreven a volar sin responsabilidad. Otro día en el que la vecina del quinto se para entre el sexto y el séptimo en compañía del vecino del octavo para follar como nunca. Otro día en que el constructor pasa con su mercedes negro y en cada mirada de los vecinos marca el territorio de las futuras demoliciones. Quizá no en la próxima muerte, pero en la siguiente seguro que el mango de la sartén será nuestro, piensa el viejo sindicalista. La noche llega al barrio sin suficiente eternidad. Nada pesa. El silencio exige que un gato maulle, pero alguien se lo comió. Escrito por jose el 4 de febrero de 2004, 9:55:26 CET |