Blogonomía



A veces, recordando a Borges, también he imaginado que cualquier día comenzaría a construirse, en algún lugar del mundo, física o virtualmente, una auténtica biblioteca de plegarias, levantada con su puño y letra, o con su dedo y teclado, por todos los habitantes del planeta que quisieran enriquecerla, organizada por años, temas, idiomas, ... , para que las generaciones futuras pudieran conocer las verdaderas alegrías y penas, los logros y los conflictos, todo el desconcierto de sus antepasados humanos, más allá de los archivos oficiales de la memoria y del apilamiento de tomos de una historia escrita por momias. Cierto que, en Internet, ya la estamos edificando casi sin saberlo y es incluso posible que lo mejor sería seguir alimentando por defecto esta inconsciencia, ya que todavía corremos el peligro de quedar prisioneros dentro de la mencionada biblioteca. Borges escribió: "Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira". La biblioteca borgiana es mágica y literariamente extraordinaria, pero se construye para albergar, en mi humilde opinión, una sabiduría en cierto modo elitista y divina, la de los grandes pensadores y escritores, obviando el resto de creaciones humanas.

Tengo la impresión de que las personas que escribimos, leemos o comentamos blogs (las tres o sólo alguna de estas opciones) de alguna forma conspiramos para dar impulso, aunque sea mínimo, aunque sea prácticamente sin conciencia individual, a esta biblioteca universal. Porque, en el fondo, no se trata solamente de hacer o hacernos amigos, de exhibirnos públicamente contando nuestras intimidades, de practicar eso que llaman intercambio cultural entre paises, de enterarnos del último programilla que nos permitirá tal o cual cosa, de intentar influir políticamente en la opinión pública o en la publicada, de escribir poemas y relatos, de mirarnos en el espejo o en la oscuridad, de adorar nuestro ombligo...; que también. Todas estas intenciones y muchas más contribuyen no sólo a enriquecer el presente sino también el pasado, más diverso, plural y contrastable, sobre todo contra los futuros maniqueísmos y manipulaciones de los fabricantes de las enciclopedias ilustradas de la Historia, que siempre corren en corbata a colgarse la etiqueta de científicas.

No soy un experto en biblioteconomía, y tampoco quiero serlo en blogonomía, aunque sí deseo aportar mi grano de arena. Con el boom de los blogs nacieron numerosos directorios mucho más interesados en registrar las direcciones de las bitácoras y sacar así provecho de los banners publicitarios, que en realizar un registro unificado, coherente y normalizado de las mismas, de forma que el usuario dispusiera de una información básica, internacionalmente acessible y útil de todo el archivo de blogs. Sería injusto no añadir que dichos directorios han ido eliminando banners y que han mejorado muchísimo la usabilidad, pero no se han esforzado tanto en mejorar todo lo concerniente a localización de blogs como, evidentmente, en lanzarse al mercado de venta de sitios-blog. Por ejemplo, en relación con la normalización de los registros, un asunto a veces conflictivo: en la blogosfera cada uno linquea como le viene en gana, pero por muchos motivos sería interesante establecer un criterio común de enlazar blogs u otras páginas de la red, al igual que existen unas normas internacionales de cita bibliográfica. Permitiría, por ejemplo, disponer de una información mínima pero exacta y clara del destino del enlace que hemos colgado si dicho destino finalmente desapareciera de la red. No me entretengo ahora en los problemas técnicos ni de tiempo que plantea esta propuesta; tampoco he encontrado ninguna iniciativa para la creación de una norma ISO sobre cómo introducir un link de acuerdo con las expectativas de información que he explicado.

Es ésta mi pequeña contribución como Oficina de Objetos Perdidos, ya que, en honor a su nombre, intenta también que muchos de los objetos que, sin querer, siguen perdiéndose, puedan ser localizados en la red con mayor eficacia.