Cursillos



Si uno aprende, de forma autodidacta, alguna tecnología presuntamente "compleja" a partir de los treinta años, resulta casi inevitable que se le pregunte: «oye, ¿y quién te dio el cursillo?» Se presupone que, a partir de cierta edad, uno ya no quiere y/o ya no puede interesarse por según qué cosas. Para que no molesten, lo mejor es ponerse pesado en plan «Érase una vez un niño con un Amstrad 464...». La persona interesada en el cursillo pierde las ganas cuando llega el momento de contarle que cargabas juegos de ordenador con cintas de cassete. No te deja que llegues ni a la época del disquette. Así se termina el cuento.