Hueco VIII



No miento. Me quedé allá en los ocho o nueve años, construyendo castillos de arena, jugando a pillar, jugando al escondite, contando hasta mil, hasta el último pájaro, hasta el último adiós adiós memoria adiós porque ya casi ni me acuerdo; me quedé allá en los ocho o nueve años, acurrucado en un rincón de la casa, mirándome las uñas, los pantalones sucios, con la cabeza en las rodillas, guarecida para siempre por un llanto acogedor; si no me falla el sueño, o los cuchillos, puedo hallar esa conciencia mínima, exacta, que arroja todos los espejos a mi cara, que aprende desde el abandono, que detalla todo lo que no he borrado. No miento. Me quedé allá en los ocho o en los nueve años, no hay más, allí, debajo de una sábana, en una noche sin historia, niño revuelto, distraído, rozando la furia del mundo, sudando, casi solo.