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Pasaje hacia Deutschland A veces basta con un par de cervezas para darse uno cuenta de lo secuestrado que está. Se sufre el síndrome de Estocolmo, pero ojos adentro, ojos aspirados, ojos a punto de precipitarse por nuestra garganta por efecto simple de la gravedad. Fuera, haces una panorámica y contemplas bocas gritando "España, España" o "Grecia, Grecia" (no importa) ante un televisor ahorcado en la pared de un bar, o te quedas pasmado, idiota, ante la tecla "enter", o se te aparece en sueños la puerta eterna de la fábrica como una llamada divina, con luz cenital, angelitos y todo, como si fuera el paso a (la) otra vida. Dentro..., dentro no hay mucho ya. Esto y poco más. En fin, un rapto. Al corazón le entran ganas de llamar al ascensor, subir hasta el hotel de una neurona más o menos comprensiva y llamar a la puerta. Toc toc. Un poco de diversión, por favor. ¿Cuánto es? Un amigo solía decirme que andamos todos "atrapados", que somos, de hecho, unos "atrapados". Por A o por B, por X o por Y, siempre somos ese puntito perdido en el centro de unas coordenadas cartesianas que alguien construyó por casualidad. En argentino diríase que estamos cogidos, y en freudiano que estamos alienados. Da igual. El juego de dados no tiene fin. La cuestión es que llegan los calores del verano, que también ayudan a reconocer lo cogido y lo jodido que uno va por la vida en ciertos aspectos (también en los inciertos), y dan ganas de escapar de A y de B, de X y de Y, aunque sea por la tangente, aunque sea en una parábola intrépida, o en una elipse a bote pronto. Todo esto, cómo me enrollo, para deciros, amigos, que me voy un par de semanas fuera, fuera de mí y fuera de estas tierras. Que me fugo. Pronto volveremos a no vernos. Nos leemos... :-) Escrito por jose el 16 de junio de 2004, 20:56:45 CEST |