Juguetes



Parece tonto, pero de repente acabas de hacer el gran descubrimiento de tu vida: que todos los cálculos fallan. Siempre. Que los objetivos no se cumplen. Ni uno. Que, como mucho, te los hacen cumplir. Que los sueños que te pediste, ya se los pidieron otros, muchísimo antes que tu. Que los cromos que cambiabas con los niños del colegio, también el de Maradona, seguramente se habrán reciclado en papel higíenico o en cuaderno de caligrafía. Confirmas que todas las ilusiones se diluyen, una a una, sin compasión de nadie ni de nada, se apagan como velitas de cumpleaños. Que todo lo que un día creiste que era vital, imprescindible, parte de ti, recibe hoy una importancia igual a cero. Tampoco te entristece. Si acaso, te atrapa un sentimiento de ausencia, de caída al vacío, el mismo que tuviste cuando te prohibieron subir, una vez más, en la noria. A veces la vida se parece a ese saco donde guardaste los juguetes; un día como hoy, te acuerdas del sitio en el que lo metiste, vas a buscarlo para dárselo a tus hijos y compruebas que ya no está. Desapareció. Como consolación, vas al aseo a mirarte en el espejo.