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Cuando Fukuyama habló del 'Fin de la Historia' se refería (seguramente sin saberlo) al "Fin del Periodismo". Los medios de comunicación han sido los responsables de marcar casi todas las horas en el reloj de los acontecimientos de los últimos siglos y, por tanto, han sido decisivos, en buena medida, en la escritura de esa Historia con mayúsculas que se relata después en las enciclopedias. Escribía el otro día Jaime sobre la objetividad, en referencia al lamento de Arcadi Espada por su inexistencia: "Problemas de que la objetividad no exista. De que los hechos no puedan narrarse con independencia de las creencias... Hasta que los hechos explotan llevándose por los aires narrador y creencias", decía. Incidía Jaime, en cambio, en la necesidad de reconocernos subjetivos y, con toda lógica, alegaba: "yo prefiero que la objetividad no sea más que un mito. No podemos asumir otro punto de vista que el nuestro, y el nuestro, por definición, será subjetivo. Despreciar la subjetividad es despreciar nuestros puntos de vista, nuestras creencias, nuestras opiniones. Despreciar, en definitiva, lo que somos". Estoy de acuerdo, en la teoría.

Antes de pasar la práctica, una teoría más. Tres días después, el profesor Espada citaba un interesante escrito de Leszek Kolakowski, aparecido en la Letras Libres de julio: "Como se supone que el conocimiento histórico consiste en la descripción de hechos, de cosas que realmente ocurrieron, la idea de que no haya hechos en su sentido normal, supone que las interpretaciones no dependen de los hechos, sino al contrario: los hechos son producto de las interpretaciones". Puede plantearse el estudio, desde las Ciencias de la Información, de esta tesis y entrar a fondo en la disección de los acontecimientos que se han producido en España en los últimos meses: atentado del 11-M, elecciones, comisiones. Hechos, teorías, interpretaciones. Objetividad, subjetividad. Paso a la práctica. A mi entender, en España, actualmente, no podemos hablar de periodismo objetivo. Menos todavía podemos hablar del subjetivo. De hecho, no podemos hablar de periodismo, salvo excepciones. Tenemos que hablar de propaganda. Pura propaganda. Puta propaganda. Veo, por ejemplo, a Joseph Goebbels relamiéndose de gusto en su propia tumba al leer el titular de portada de hoy en El Mundo: "Carod y Otegi impulsaron una estrategia para que el 13-M hubiera la «mayor anormalidad posible»". ¡Pero qué malos son, eh! Un lector que pretenda profundizar en los hechos encontrará una llamada telefónica y poco más. En cambio, la explosión del mensaje se produce en plan "los enemigos de España conspiraron para que tras los atentados el dolor fuera más fuerte". Claro que Pedro J. usa la palabra "anormalidad", que retumba más, decorando la "información" con su editorial titulado: "Una estrategia indecente de Carod, que su socio trata de ocultar". El lector de El Mundo habrá olvidado, en unos días, la bomba informativa (insultos, acusaciones, cóleras, rectificaciones...), pero la repetición, el machacado, la perforación anal reiterada del personal va a convencer a más de un lector de El Mundo de lo malos-malísimos que son Carod y Otegi. Propaganda. Persecución. El talante de la prensa. El terror, en bandeja, cada día en su quiosco, por sólo un euro.