«Las haciendas nos robaba»



Con el paso de los siglos, la dificultad que entraña reconocer la originalidad de un sujeto o de un objeto, cede paso a las invenciones, a símbolos y leyendas de todo tipo que, finalmente, quedan arraigadas en la memoria de los pueblos; muchas de ellas, incluso, son materia prima de primera calidad para nuevas creaciones artísticas. El paso del tiempo nos enseña que esos símbolos y leyendas, que muchas veces guardan todavía un fino amarre a la realidad y la historia, deberían ser respetados por todo tipo de poderes, políticos o económicos. Pero, ya lo sabemos, no es así. En España, el genocidio cultural, patrimonial y ecológico perpetrado por la industria inmobiliaria, en colaboración con el poder político, no cesa. Hace unas semanas, dejaba constancia aquí de la demolición, en Parral (Chile), de una de las casas de Pablo Neruda (del que el otro día celebrábamos el centenario de su nacimiento); ahora, en España, le ha tocado el turno a Lope de Vega. Una de las casas (original o simbólica) en las que vivió, ubicada en Alba de Tormes (Salamanca), también ha sido derribada, con el beneplácito del ayuntamiento, para la construcción en su lugar de un edificio de varias plantas. Ante la impotencia que siento por esta afrenta sólo puedo decir, por el honor de Lope: ¡Muerte al comendador!

Oh, engaño de los hombres…

¡Oh, engaño de los hombres, vida breve, loca ambición al aire vago asida!, pues el que más se acerca a la partida, más confiado de quedar se atreve.

¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve lejos del tronco!, si en llamarte vida tú misma estás diciendo que eres ida, ¿qué vanidad tu pensamiento mueve?

Dos partes tu mortal sujeto encierra: una que se derriba al bajo suelo, y otra que de la tierra te destierra;

tú juzga de las dos el mejor celo: si el cuerpo quiere ser tierra en la Tierra, el alma quiere ser cielo en el Cielo.

(Lope de Vega)