El amor del científico ciego



Hay investigaciones que, sobre todo, sirven para aparecer en Google. Unos científicos muy listos quisieron demostrar que los sentimientos amorosos llevan a una supresión de la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico y, tras la investigación, concluyeron que tanto el amor "romántico" como el maternal producen los mismos efectos en el cerebro, suprimiendo la actividad neuronal asociada con la evaluación crítica del prójimo y las emociones negativas". Uno de los experimentos consistió en escanear los cerebros de veinte mamás jóvenes mientras ellas observaban fotos de sus hijos, de otros niños conocidos y de amigos adultos. De la prueba dedujeron que "el patrón de funcionamiento de la actividad cerebral era similar al de las personas hechizadas por el enamoramiento: la eliminación casi total de la apreciación crítica de seres más amados". Qué teoría, qué gran descubrimiento, qué sólida deducción. Seguramente, eso explica por qué mis padres, "sin apreciación crítica", me obligaron a ir a la escuela, a la que yo no quería ir de ninguna manera. De igual forma, con esta teoría puedo interpretar la razón "poco crítica" por la que me dejó mi primera novia. Imagino que también debe de explicar por qué Pablo Neruda, tan enamorado, escribió los "Veinte Poemas de Amor y una canción desesperada", especialmente el verso "Me gustas cuando callas porque estás como ausente", unas palabras que, para los científicos, según su teoría, carecen de "pensamiento crítico".

Uno de los científicos promotores, el doctor Andreas Bartels, afirmó: "Tanto el amor romántico como el maternal son vistos por el cerebro como algo extremadamente positivo. De otra manera, la especie dejaría de propagarse". Me pregunto yo si el cerebro de todos aquellos que usan métodos anticonceptivos (y, por tanto, "sin apreciación crítica" no desean contribuir a la propagación de la especie), son capaces de ver el amor romántico como algo extremadamente positivo. "Nuestra investigación [prosigue el doctor] nos permite concluir que las relaciones humanas utilizan un mecanismo para superar las distancias sociales que desactiva las redes de evaluación social crítica y emociones negativas, al tiempo que une a los individuos al involucrarlos en un circuito de recompensa que explica el poder del amor para motivarnos y gratificarnos". Llegamos, pues, al núcleo de su teoría. Para el doctor, eso es el amor: un mecanismo. También lo es para la muerte. Un mecanismo.

A diario se publican este tipo de estudios en los medios de comunicación, cuyo objetivo último es aparecer, "sin apreciación crítica", en el post de un blog de alguien que, se supone, está enamorado. Son estudios que se caracterizan por tener la pretensión de ofrecer una pobre respuesta científica a situaciones sociales que, joder, de sobra están ya a la vista de todo el mundo: ¡ya sabemos que el amor atonta! ¿Hace falta poner patas arriba un laboratorio para saberlo? Ya sabemos que el amor nos excita como el chocolate, que es como una droga y otras chorradas similares que no hacen sino insistir en que deberíamos eliminarlo de la faz de la tierra porque su abuso es perjudicial para la salud.

Dicen los científicos que el mismo experimento se realizó con animales y que llevó a resultados similares. No me extraña. Fue cuando estos científicos se hicieron un escáner y descubrieron que ellos mismos estaban muy enamorados.