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Sexta No sé a que hora van a regresar mis manos. Siempre llegan tarde a las recepciones y a los adioses, a las bodas y a los entierros. Pasaron varias y no eran las mías. Debo estar atento porque nunca llaman a la puerta. Por ellas he esperado más de treinta primaveras a que el niño brote en el jardín, junto al limonero, a que aprenda a no caerse de los columpios, que logre escaparse para siempre del patio y no vuelva nunca más a usar mis dedos para jugar a las canicas. Pero es inútil, y el niño ha crecido. Ahora es un atleta manco que me persigue, como si yo me alojara en su sombra y la eternidad garantizara este sol del mediodía. Debo explicarle, de una vez por todas, que soy yo el atleta, que son mías sus manos, y que él se quedó un día en el parque, trepando por las ramas del viejo árbol, buscando nidos de pájaro. Como en la foto. Escrito por jose el 27 de julio de 2004, 11:23:59 CEST |