Negociando



Desapego. Falta de pertenencia. Corazón usurpado, extirpado. Palpita, oh sí, cómo palpita, pero en exceso. No es una afición, sino todo lo contrario, descender por septiembre con el cerebro imitando, y mal, un dolor de muelas. Hasta final de año, un contrato: permitirse una prórroga, adicción al purgante, concederse el oxígeno en favor de lo improbable y lo inútil. A veces sirve. Un bálsamo. Hasta final de año. Ni una uva más. Que Destino y Fortuna jueguen sus naipes, sus dados y sus partidos de fútbol. ¿Quién define el punto de fuga, qué? ¿Quién promete tierra, frutos, azúcar? Desarraigado es ya, solamente, un adjetivo fácil, un calificativo a mano y a pie para los instantes de frigidez, para explicar silencios, colmar abrazos, ceder el mar. El Cambio acecha, la conmoción certera, el regreso salvaje de las encías. Tensión arterial, palpitaciones, ¿búsqueda de qué?