De lo agrio, la tortura y la estupidez



Si pudiera juntar los tiempos perdidos del día de hoy resolvería una ecuación cuyo resultado exacto es la nada misma. Este problema matemático puede comprobarse con sólo oir un par de frases de algunos clientes que pasan por aquí, con sus desganas, sus miedos y su estupidez cotidiana. Humana. "Me lo has hecho en blanco y negro... ¿pero la imprenta lo hará en color, noooo? Si trabajar es, en cierto modo, una especie de tortura a la que el hombre se ha sometido, sadomaso, y que insiste en negar desde el mismo instante en que decidió bajar de los árboles, peor tortura es la del trabajo "moderno", que de moderno no tiene nada y en el que nada de lo que uno hace tiene, por sí mismo, sentido. Sentido más allá del dinero. Un sentido que no requiera un sobresfuerzo para dotar de un significado mínimo a nuestras acciones. Un sentido que no exija acudir a las drogas, a la religión, a los blogs o a los prostíbulos para edulcorar el destino. Fuera de su contexto, todo acto laboral es vacío. Disfunción pura. Puta disfunción. Posiblemente, no existe tal sentido. Yo mismo dejo de tener sentido. No sé por qué después se empeñan en pedírmelo. Yo mismo soy un objeto perdido... Un objeto al que se le agarra y se le coge. Una cosa de carne, que camina, escupe, defeca y hace cola sin saber para qué. ¿Qué pensaban? ¿Qué era un sujeto? Con el sol que hace fuera...