|
Obsidiana Perdido otra vez. El perdido que no se halla. El que pensó que alguna vez se encontraría. El que pensó. El que se dio la hostia. Otra hostia. El que se la vuelve a dar. El que se enamoró una vez, dos como mucho, en contra de su deseo, a favor de sus intereses, de su odio. El perdido que pensaba en lo que es y en lo que no es natural, o sea, en lo feliz, es decir, en hallarse. En hallarse perdido. Otra vez. Perdido otra vez. Busqué dentro de las guitarras, en las minas de los lápices, en los cordajes de las raquetas de tenis, tan bonitas; qué bonitas eran las raquetas de grafito, las raquetas que rompí al estilo McEnroe antes de crucificarme atléticamente en tres o cuatro versos bien construídos y formidablemente vacíos. El perdido. Ese que no se halla y se busca. Que no aprende a envejecer. A ser bueno. A no matar. Yo mismo. Este imbécil. Escrito por jose el 4 de diciembre de 2004, 2:38:58 CET |