Hueco VII



Qué pájaros te salen de la boca cuando me invitas indulgente al temerario sacrificio cotidiano de enrolarme a la deriva con tu sombra en este beso piadoso y secuestrado del que a diario pagamos un rescate en las fronteras del amor a los mercaderes de sueños, a los contrabandistas del terror y a los traficantes del bien. Qué pájaros te salen de la boca cuando ellos incrustan pólizas y aranceles, cheques, cuentas y balances generales, cuando argumentan como Dios las ventajas o los inconvenientes de llegar a ser lo que nunca nadie ha sido; apaciguan violencia y sexo contra toda duda y, más aún, contra todas las estadísticas, y erigen estatuas vanas para que su memoria administre esa única historia donde los muertos ya no esgrimen ante el mundo sus heridas ni se repiten sus ecos más de una vez. A ti te salen pájaros de la boca cuando gritas y cuando besas. Y a mi me gusta que así dure y así sea. Yo los pongo a volar afilados en mis labios antes de que vuelen para siempre hacia ese destino que siempre ensayamos al pie de la letra, con prodigiosa exactitud, mucho antes de escribirle la novela.




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