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Mociones De noche, escribía para emocionar y, de día, para conmocionar. De noche era poeta; de día, periodista. Aunque se me ocurre que, de noche, podría haber sido cantante en una banda de rock y, de día, boxeador.
Escrito por jose el 10 de junio de 2004, 9:22:11 CEST
Intestino Lo que me molesta de vivir, o no vivir, dentro de un sueño no es su fondo submarino, sus algas, sino no darme cuenta de que estoy buceando a contracorriente o que, ignorante, estoy rozándome como un gato entre los pies a alguien que duerme sin ansiedades. Qué objeto tan extraño el dolor cuando no ocupa mi cuerpo. Caminar por parajes desconocidos, donde los toboganes y las canicas ofrecen una lectura en braille del laberinto, es una afición difícil de explicar a quién no aprendió a quedarse ciego o no usa los mismos océanos para romper brújulas. Dentro del sueño, nada que ver con el vino rancio, siempre hay un monstruo que, sin fortuna, pretende asustarte, consciente él de sus cualidades monstruosas, pero su incapacidad para dejar de ser imbécil y, sobre todo, su impotencia en la asimilación de las obvias disfunciones de la ternura, me consuela hasta el punto de no lamentar sus funerales cotidianos. Que se muera. Dentro del sueño, hay alguien que se parece a mi, alguien que sube siempre en ascensor al planeta para tirarse de cabeza por sus toboganes a buscar las canicas que le facilitarán un olvido grato, veloz, sin heridas, contenible. El sueño no es la excusa, es el goce. La excusa viene después, con la llegada al mundo y, sí, son estúpidos, porque siempre es la misma: disculpen el retraso, estaba probando los espejos.
Escrito por jose el 9 de junio de 2004, 8:26:51 CEST
Lavorare stanca El cansancio es mi mejor arma. Pero sólo aparece cuando es imprescindible. Cuando ya no me puedo defender.
Escrito por jose el 27 de mayo de 2004, 18:22:51 CEST
Detalles Hoy voy a perderme en los detalles. Y la culpa es de la mosca que corre por el suelo; le falta un ala que sin duda habrá volado con otro rumbo. Luego insistieron los cordones: átate los zapatos. Apareció después la grieta de esa pared, que tiene forma de rayo y, es lógico, va a llover. Camino por la acera saltando las baldosas rojas; si no las salto estallarán las minas. Suena una ambulancia. La gotera. El esmalte de uñas con el que doy brillo a los botones del televisor. Me quemo con el mechero varios pelos del brazo. Au! Sube niño que te voy a columpiar. Decapitan a un yanqui en la tele. Se decapita a un yanqui por la tele. Por culpa de la tele se decapita a un yanqui. La tele decapita a un yanqui. La gotera. El esmalte de uñas. Qué buena está la gominola. Un bostezo. Otra gominola. Y poco más.
Escrito por jose el 12 de mayo de 2004, 10:55:45 CEST
Días de oficina Lo primero que hago al entrar en la oficina, en esta oficina, es quedarme unos segundos contemplando, como un bobo, los rostros de sus antiguos trabajadores, las viejas fotografías que aleatoriamente van apareciendo en el ático, en la cabecera del blog. Ejercen en mi un intenso y esmerado trabajo que ni siquiera yo percibo; por esta razón los he bautizado con el nombre de "los otros", como la película de Amenábar. Estas personas parecen vivas, expectantes, emiten mensajes subliminales que a veces temo descifrar. Miran y los miro, miran como si todavía tuvieran algo que decir al mundo; en ocasiones, de tanto mirarlos, me pone algo triste desconocer adónde habrán ido a parar sus terrenas ansiedades, sus nervios, sus deseos, sus expectativas, sus sueños; me pregunto con qué sentido presionaban cada mañana el bloqueo de mayúsculas, cuántas cartas de amor escondían en los cajones de sus despachos, cuál fue el porcentaje de saliva que destinaron a pegar sellos y cuánta a dar besos, quiénes serán l@s niet@s de aquell@s oficinistas de principios de siglo. Por mucho que contemple esos rostros de las fotografías, no dejo de encontrar nuevos matices a sus expresiones, les invento a diario una biografía detallada, concreta: este tiene cara de fumar mucho, aquella parece que llegará a jefa del departamento, aquel otro hace como que trabaja, pero no... Todos ellos me recuerdan, sobre todo, que no dar nunca nada por perdido es una prioriodad vital y, ante todo, que el presente no es un animal de compañía. Así que, ahora mismo, lo más importante que puedo hacer en el mundo es dormir un rato.
Escrito por jose el 27 de abril de 2004, 18:05:25 CEST
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