Vida ínfima



No sé qué te está pasando.

Pides tregua a los semáforos y consuelo a las gallinas metálicas que ponen huevos de hierro.

No sé qué te está pasando.

Nunca habías pedido tiempo a las horcas ambulantes cuya misión esencial en el mundo es hacerse con la mejor soga.

No sé qué te está pasando.

Caerse a los cinco años dentro de un cubo de lejía y divertirse perforando los muros de todas la casas trae consecuencias inesperadas.

No sé qué te está pasando.

Aunque la historia se repita, no dejes de comer ajo.




enlace |   |  mensajes  
 


separación



Obsidiana



Perdido otra vez. El perdido que no se halla. El que pensó que alguna vez se encontraría. El que pensó. El que se dio la hostia. Otra hostia. El que se la vuelve a dar. El que se enamoró una vez, dos como mucho, en contra de su deseo, a favor de sus intereses, de su odio. El perdido que pensaba en lo que es y en lo que no es natural, o sea, en lo feliz, es decir, en hallarse. En hallarse perdido. Otra vez. Perdido otra vez. Busqué dentro de las guitarras, en las minas de los lápices, en los cordajes de las raquetas de tenis, tan bonitas; qué bonitas eran las raquetas de grafito, las raquetas que rompí al estilo McEnroe antes de crucificarme atléticamente en tres o cuatro versos bien construídos y formidablemente vacíos. El perdido. Ese que no se halla y se busca. Que no aprende a envejecer. A ser bueno. A no matar. Yo mismo. Este imbécil.




enlace |   |  mensajes  
 


separación



Tiempo



Tiempo de cambios que necesito vivir con infinita calma. Tiempo de cambio de lugares y de rostros. Tiempo para otros objetos, otras deudas, otros silencios que me han de cambiar las palabras y los zapatos. Tiempo para modular los nervios y reparar la confianza, para surcar el invierno y rescatarme del fondo del frío. Pido tiempo.




enlace |   |  mensajes  
 


separación



spot



¡Siéntete tú!

¡Siéntete tú!

¡Concéntrate!

¡Concéntrate!

¿Qué quieres conseguir?

¡Concéntrate!




enlace |   |  mensajes  
 


separación



Coste de oportunidad



A veces la euforia es mi enemiga, pero más un lunes por la mañana. El descanso del fin de semana permite, generalmente, que los lunes me levante con gran ímpetu y optimismo. Aunque todo este vigor sea absolutamente real durante la primera hora del día, mi conciencia no puede dejar de adelantarse como un reloj a ese yo enérgico que, filtrado por la fábrica, voy abandonando para convertirme en un borroso espejismo de mi mismo que, al final de la jornada, se desdibuja hasta el sueño. Por esta razón, desde hace un tiempo, cuando me encuentro en este estado incontrolable de intrepidez anímica, procuro realizar un cálculo aproximado de mi derroche de energías antes de emprender cualquier tarea. Si observo que la realización de una tarea en un tiempo X me va a costar por lo menos un poema, que es mi moneda de cambio, esa misma tarea será prolongada X+n hasta la oportuna reducción de mis costes de producción. Se trata, en definitiva, de hacer frente al coste de oportunidad que se me presenta todas las noches: ronquidos o poemas.




enlace |   |  mensajes  
 


separación