Prec



Els anys s'omplen de brossa i no és infinit l'estiu. Jugues a un joc de màscares que secretament aprens a guanyar per més que els dies t'argumenten la fi de la partida.

Els anys s'omplen de brossa i no és infinit l'estiu. No trobaràs l'arbre serè que et face l'ombra a mida; quina és la victòria de morir en la juguesca?

Els anys s'omplen de brossa i no és infinit l'estiu.

*tr.




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El hombre tranquilo



El hombre tranquilo dispone de velocidad, pero no tiene prisa. Tampoco tiene prisa de no tener prisa, lo que no es fácil cuando se dispone de algo de velocidad. El hombre tranquilo va a su ritmo, y lo marca suavemente. No es que se paren los relojes a su paso, pero cierto es que no ansía fugarse del presente. El hombre tranquilo casi nunca se enfada y, si se enfada, antes habrá contado por lo menos hasta cien. El hombre tranquilo es amable y trabaja, sin estrés, en una oficina. Esta mañana asesinó a un cliente. Tranquilamente.




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Dura



recuerdo o sueño esta voluntad dentro que sin mi permiso crece que contra mi trabaja que pese a mí toma cuerpo en mi hambre en mis ganas de salir corriendo; esta voluntad dentro de no ser raiz del mundo de no ser de ser puerta cerrada al cielo estrellado que un recién nacido ahora mismo ya anhela

recuerdo o sueño este frío dentro al que ayudo a herir al que coopero con un fondo de inversión por el bien de la humananidad toda al que obligo a ser pacífico o pura sangre o silencio o algo

recuerdo o sueño nieve huesos besos muertos y sobre todo o sobre ti toda la lluvia de ayer la pasmada perfección de mi ausencia donde un día llegué imbécil a creer en el asesinato sin otro argumento que el amor o algo así

o algo parecido que todavía dura




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Camello en el exilio



Cuando al final de la guerra pude escapar camino del exilio, guardé dos preguntas en un saco, escondí mis palabras en la boca de un niño y después dije adiós a los versos y a los cuatro amigos; llevé conmigo, en cambio, un poco de romero y de tomillo con el ingenuo propósito de quebrantar las supremas leyes de inmigración sobre tráfico de hierbas autóctonas.

Logré cruzar la aduana con el cargamento de narcóticos y sembrar, en un pais lejano, diez montañas de especias. Es verdad que ya no me sirven de nada y a nadie las palabras que callo bajo la sombra del carcelero ni ante esa muchedumbre que se apaga diariamente como una televisión moderna, dócil, panoràmica. Sin embargo, el romero y el tomillo ejecutan a la perfección un plan casi divino: engalanan los barrotes de la frontera para que yo recuerde bien al pasar, si algún día regreso, el nombre del niño al que regalé mis palabras y las dos preguntas del saco que todavía hoy no han recibido respuesta.




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Vade retro...



Ha resucitado un Papa, algo común y seguramente ex professo, acontecimiento noticiable y plañidero por el que no renunciaré a divertirme ejerciendo de agnóstico incurable, repartiento hostias a diestro y siniestro o dejándome arrastrar por una cómoda idea de infierno o por la gran virgen negra que poseyó a Rimbaud, escogiendo in pectore y también urbi et orbi cada uno de mis instintos a la salud del flamante cónclave de cardenales, y expresando a mis prójimos la necesidad de una ley a favor de la de la eutanasia ipso facto entre todos los periodistas loritos de Dios. No hay nada de extraordinario en mi reclamo, pero tampoco en el adornado cadáver de un hombre que tenía de pastor lo que otros de perro o de rebaño. Se ha muerto más gente, también, de hambre o de cualquier otro genocidio, algo común y también plañidero aunque poco noticiable en estos tiempos. ¿No se siente usted idiota, o quizá imbécil, contemplando cómo, dentro de la televisión, anochece en la Ciudad del Vaticano?




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