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Hueco III Quise creer. Que la gota de lluvia, y no el odio, golpea con un hueco mayor en la cara del planeta si boca abajo te atreves a poner cada palabra otra vez preguntando otra vez preguntándose cada una de las respuestas que, seguramente, un buen día acertamos por casualidad. Pero no. Porque ahora es como jugar a los dados con raquetas de tenis, es como la tarde que hemos pasado contemplando lejano al reo a tan solo dos metros de distancia de sus cadenas arrastradas dentro de siete cráneos; adivinábamos tras la reja del furgón blindado la vena hinchada de su frente hasta que del horizonte nació un crepúsculo como un adiós. Mirada perdida, te pregunté entonces dónde guardabas tu la esperanza, quién podría poner a prueba sus omoplatos para salvar al prójimo de una muerte tabulada y prevista, qué clase de animal no somos que nos encogemos de hombros cuando descubrimos idiotas que en el espejo de nuestra mirada se ha poblado un cementerio. Y me has contestado que somos el animal que no existe.
Escrito por jose el 22 de diciembre de 2003, 18:19:35 CET
![]() Hueco II Aparta de mi la belleza que deslumbra, la pureza que te aleja, la hora de irse, el silencio perfecto, sin tachaduras. Dame ese abrazo donde solamente tú me abrazas, y regresa al hueco desnudo que desocupas cuando te vistes de ausencia. No hay tierra prometida, no hay paraiso, banderas, y la memoria es un diosa tan despistada, y tan dulce, que corremos el riesgo de acatarla. Crecemos, pero tu sábana es mi sábana y es todavía el mar.
Escrito por jose el 19 de diciembre de 2003, 1:27:32 CET
![]() Cuento de Navidad Claro, el camino es largo y aburrido. La estrella, muy harta, se posó sobre la luna para descansar un rato. Así que aparcaron los camellos, descargaron los regalos, hicieron un fuego y se acostaron. Y como hacía frío, pero que mucho frío esa noche, Melchor se metió en la cama con Baltasar. Gaspar roncaba como un puerco, lo que favorecía el insomnio. Y como hacía largos y pesados siglos que nadie les daba amor, y no me refiero a ese manido e insulso sentimiento navideño, sino al amor de verdad, esto es, sexo loco, mete-saca salvaje, revolcones del alma y cigarros postcoito, en fin, auténticos actos amorosos, pues entonces empezaron a acariciarse bajo las tupidas mantas, mientras se miraban a los ojos desde el asombro al candor, del beneplácito al placer, que a esas alturas era ya un placer absolutamente inevitable. Baltasar no opuso resistencia a las profusas barbas de Melchor y lo besó en los labios con toda la ternura de un niño, mientras que éste, más necesitado, hacía tiempo que deseaba comprobar la prolongación eréctil de su compañero de viaje, así que su mano descendió hasta los mencionados abismos para agarrar la preciada herramienta genital. Cuando el pelirrojo monarca dejó de roncar y amaneció, halló a sus homólogos completamente desnudos y amalgamados de tal manera que parecían un sólo cuerpo, carne única, pura densidad. Se sentó en una piedra y los contempló durante varios silencios. "Vaya fraude, qué embuste, qué chapuza de reyes magos, que se lo regalan todo ellos y a mí me dejan fuera", pensó Gaspar, a quien no le hubiera importado gozar de beneficios a tres. Cuando logró sobreponerse, los despertó como si nada hubiera pasado y les dijo que debían proseguir su camino. Buscaron en el firmamento la estrella y se embucharon a toda prisa la real capa, porque su estela ya los aventajaba en algo más de dos horas. Ese día llegaron tarde al trabajo.
Escrito por jose el 17 de diciembre de 2003, 10:40:19 CET
![]() Hueco I Disimulas bien la distancia y domas a la perfección los recuerdos, como si pudieras aplazar la vida al margen de tu memoria; sabes que un crepúsculo son todavía dos donde mejor te pontificas a salvo del tiempo. En la sombra te sorprendes cuchillo y sangre dentro del animal salvaje donde tu deseo miente contra cada uno de tus malos sueños; y contra el mundo aprendes fatal que un beso no es más que una hormiga perforando inútilmente el planeta. Sopla ya la velas que te delatan antes de que se desmorone el cielo, antes de que la noche se abra definitiva como una rosa infinita y negra, antes de que tu inocencia mute en la fotografía rota de un olvido desenfocado. No siempre una sonrisa ahuyenta la soledad.
Escrito por jose el 16 de diciembre de 2003, 18:12:03 CET
![]() Propuesta indecente ¿Se atrevería alguien a enviarme un fichero de sonido con su propia voz recitándome a su antojo el poema que sigue bajo estas líneas? Me haría infinitamente feliz. Sé que es difícil que suceda, y que incluso puede ser hasta indecoroso o desvergonzado por mi parte hacer una proposición tal (adjetívese a placer), pero es que me pierdo por escuchar voces en este blog que sufre, en ocasiones, el silencio de la palabra escrita. (Perversión oral: me chiflan, me encantan todos los acentos latinoamericanos, especialmente los argentinos, los uruguayos y los venezolanos, independientemente de su sexo y/o preferencia sexual). Postdata: si así se requiere, silenciaré la identidad de quien recite.
Escrito por jose el 6 de diciembre de 2003, 20:13:54 CET
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