Contra el enemigo interior



Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre; una piara de ideales revolcándose en la pureza de la presunta ingenuidad, prototipo sublime de la entrega personal edificada bajo la primacía del ego, altruísmo decadente vacunado contra la miseria del proletariado, caridad indolora al servicio del zoom, generosidad de lejos, de estrella, fácil.

Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre; soldado en retaguardia de las grandes causas humanitarias, empresario moral, showman filantrópico, vertedero dorado para los llantos benevolentes y genuflexos de las masas, heraldo de la virtud, caudillo protector de la eficacia de la culpa, miedo blanco a la vida llena, terror.

Lo tuyo siempre ha sido beneficiencia, hombre. Si hubieras leído a Adorno: «Sólo podrás ser amado donde puedas mostrarte débil sin provocar la fuerza».




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Sin lírica



1. vida privada ruídos ruídos rompen almendros en flor lunas girando el insomnio

esta noche tendría una belleza casi primitiva si no fuera porque me han prohibido otra vez matar al vecino, qué finolis son los jueces, y he tenido que hallar ornamentos suplentes —vacas, chinchetas, el Trilce de tapas duras— para atravesarla desde el balcón donde desgraciadamente ya no levito

sin duda: falta vino

2. capitalismo he puesto esta tarde a llover dos ciudades la primavera a estornudar suena tan bonito como si dios me hubiera creado y yo me lo creyera pero al final de verdad al final no es suficiente con decorar dos versitos o ser Papa de Roma sentarse a no hacer nada por el bien de la humanidad incorporarse a matar por el bien de la humanidad creer en el bien por el bien de la humanidad simplemente besar

nunca nada basta siempre sed subirán otra vez las hipotecas

3. primavera no hablemos del tiempo no hablemos de política no hablemos de fútbol no hablemos termine ya mismo la diplomacia sexual dentro de los ascensores

4. gallina «toda promesa es cáscara de una renuncia aplazada» te pones a tiritar de frío o de cualquier otro subterfugio cuando te inventas estas oraciones divinas para escapar de cada desafío y terminas alquilando un psiquiatra

cobarde




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Hueco XII



Sales del espejo para regresar desnudo a tus propios ojos, lograr que tu insomnio perdure un susurro más contra la inercia del mundo, las exigencias, las renuncias, la náusea universal, el Estado, el frío.

Sales llorando de tus propios ojos para repostar sangre, celebrar que la caricia vuela en las yemas de tus dedos a favor de todos los pájaros del mundo, todos los besos, todas las palabras, el amor universal, el Sexo, el candor único.

Heredas tu memoria entonces, verificas tus huesos y te reconoces, arañazo inútil.

Entras en la noche, contemplas tu cama y reduces el esqueleto a sueño paciente, a lágrima ausente, a silencio sedante, a puro aliento, a espacio sin tiempo; abismo y sombra yaces, hormiga pisoteada. Recuérdalo, amigo: refugio imposible será siempre esperar que tus viejos muros caigan solos.




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Constatación



Podría decir que, para mí, lo más importante es que esta noche te acuestes conmigo. Para ti no es, sin embargo, lo más importante.

Nace entonces, por todo, una especie de precio.




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Hueco XI



Dentro de la voz mínima, alas sin dueño. No esperanza. Adiós fuego. Lágrimas, por favor, que la eternidad escasea.

Hace frío. ¿Quién muge?

Noche, el miedo vuela sin sombra de mirada en mirada, aniquila el derecho al insomnio, al mar, y a la caricia acude puntual para amputar las horas. Como un dios.

Sangra en cada labio imitando mal la soledad del universo, adulando la nostalgia donde escondemos nuestro propio secuestro. Como una idea.

Cuando menos, su traición es siempre doble, pero enseña a sobrevivir piel adentro. Consuelo o silencio, el viento nos llevará lejos de nosotros mismos, cuando ya no sea ni siquiera tarde.




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