50 céntimos



Por fin he conseguido averiguar en qué consiste el admirado "milagro alemán", es decir, lo que fue, en pocas décadas, la gran reconstrucción de Deutschland tras los bombardeos "aliados" de la II Guerra Mundial. Los historiadores lo explican de varias maneras: que si escondieron el oro sustraído a los judíos y lo sacaron más tarde para reedificar ciudades enteras, que si las mujeres alemanas eran tan fuertes que levantaron el pais, que todos los alemanes son muy trabajadores, que si la gran inmigración y otras leyendas. Bueno, es posible. Pero no sólo es eso. Voy a apuntar una nueva hipótesis: la cerveza y los urinarios públicos (de bares, plazas, metros, etc). Si eres turista en Alemania, te hinchas a beber cerveza (cerveza de turista, claro). De hecho te hinchas como un globito, y al final tu estómago se convierte en un barril más de la taberna. Si quieres ponerte contento, es mejor beber wiski (aunque no para el bolsillo), porque las cervezas son muy suaves y tardan en subir a la cabeza.

Pero a lo que iba. El milagro alemán. Cuando pasas del litro de cerveza (que, es verdad, está buenísima) te ves obligado a vaciar la vejiga. La pausa hidráulica es inevitable. Entonces vas a los lavabos y, oh sopresa, una persona que hace guardia en la puerta no te deja mear si no le pagas 50 céntimos (casi 100 de las antiguas pesetas). Mi tesis (llámalo paranoia) es que toda esa pobre gente pobre que te cobra en los aseos está contratada por las principales marcas de cerveza de Alemania. Son como funcionarios de la Lowerbraun, la Paulaner, la Warsteiner, la Radeberger... De este modo, los cincuenta céntimos se transforman en una especie de impuesto añadido al precio de la cerveza: pagas cuando la bebes y pagas cuando la meas. Un negocio redondo. El milagro alemán.

Dejo las bromas a un lado, porque es por lo menos anacrónico que Alemania se haya "reconstruido" con la orina de los europeos, ya que fue sólo a partir de la caída del muro cuando Alemania comenzó a recibir un mayor número de turistas meones. Además, el consumo interior de "bier" es altísimo.

Así pues, me sigue pareciendo una especie de milagro. Tras la IIGM, aunque se salvaron unas pocas, las principales ciudades de Alemania estaban en su mayor parte destruidas. Es el caso de Munich, Nuremberg, Dresde, Berlin, Colonia o Franckfurt. Hoy en día, Alemania, casi reconstruida, es el Estado europeo que más ayudas aporta a la construcción de la UE. Algunos se preguntan por qué este pais atraviesa actualmente una cierta crisis. Respuesta: autopistas gratis, servicios de transporte gratuítos para personas de bajo nivel adquisitivo, una buena seguridad social, gran protección de los derechos de la mujer (estupenda cobertura de las bajas por maternidad, por ejemplo), acceso muy asequible a la vivienda, educación pública diversificada, una fiscalidad de acero (allí no se escapa nadie), etcétera. Los que dudan de la vitalidad de este modelo social porque "provoca crisis", deberían preguntarse también por qué en España no hemos sufrido esa crisis durante los últimos años. La verdad, tras este viaje, me han quedado claras algunas cosas: si Alemania está crisis, preferiría vivir en un pais en crisis económica permanente. Visítad Deutschland si tenéis la oportunidad. Los 50 céntimos quedan sobradamente amortizados.




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Jose = Josep












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Ilusión



En ilusión, pocas cosas son comparables a la tarde de los viernes. Quizá la esperanza de un beso, el nacimiento de un hijo, una pieza musical. La tarde de los viernes es una ilusión que casi nunca defrauda, aunque se temple el éxtasis por el paso del tiempo, aunque la puerta de la escuela sea la de una fábrica, aunque el fin de semana no sea una eternidad sino dos días solamente, aunque yo ya no sea un niño sino una herramienta en stand-by hasta el próximo lunes. Y a pesar de todo, pocas cosas, muy pocas son comparables a la tarde de los viernes.




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Hotel de montaña



Están las escaleras de acceso y la puerta semiautomática. Está la recepcionista simpática que aprendió a hablar sonriendo, pero sola. Está el botones bajito, delgado, bizco, atento, solo, sin duda solo. Están los niños solos que juegan solos con los botones del ascensor. Están sus padres solos tomando un wisqui en el bar. Están las tarrinas de mermelada que desayuna un hombre viejo y solo. Está la pareja que fornica en la habitación de al lado como si solamente ellos fornicaran. Está el esquiador alemán rubio que pide más café solo y se va a las pistas. Está el que ronca, pero acompañado. No está el japonés con cámara, pero extraordinariamente hay una japonesa guapísima. Está la limpiadora en los pasillos que trabaja y cumple con la regla de saludar a los clientes. Está en el hall la lámpara dorada de mírame y no me toques. Está alguien que se me parece demasiado, que se pregunta dónde habrán escondido el aseo del restaurante. Están las montañas nevadas. Está el frío también y todo el mundo corriendo hacia alguna parte. Está la vida inexplicablemente.




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Brindis



– Y tu, en serio, Jose, va, ahora sin bromas, ¿cuál es tu deseo para el mundo en este año que empieza? – El deseo sexual.




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