Desconecto por un momento la Próxima estación: Esperanza de Chao y me pongo la de Atocha. Comisión 14-meme, ¿o era 11? Escucho la voz firme y confiada de Zapatero en la radio, de la que salen palabras masivas, puesto que, obviamente, se dirigen a una masa masificada por los medios que, por sí misma, masifica, una masa que se amasa y se amansa, esa amalgama que somos, dentro de la que estamos, con democracia y talante, como individuos tubérculos. La voz del ex-excelentísimo presidente repite hasta la saciedad el término 'masivo'; por ejemplo, 'engaño masivo', o "borrado masivo" de ficheros infórmaticos. Lo que me recuerda, así a bote pronto, las armas aquellas de destrucción también masiva, que están ya en desuso, tanto en la búsqueda como en los argumentos de tertulianos y otros anos. También me recuerda la movilización masiva de móviles delante de la sede del PP la noche del 13. "Masa" parecía una palabra desterrada del lenguaje político... ¡La rebelión de las masas! ¡La gran chorrada! ¿Como se va a rebelar algo que está hecho para meterlo en el horno y sacar pan, rosquilletas o pastelitos? ¿Engaño masivo? Pues sí, tiene razón el ex-excelentísimo; PP y PSOE, mira por dónde, son partidos de masas. Lo que pasa es que los engañados somos siempre los mismos y los que engañan..., pues también, también.

Dice Aznar que no cree "que los autores intelectuales del 11-M anden en desiertos muy remotos". Y en eso tiene mucha razón el expresidente: la Casa Blanca y la Moncloa no son desiertos muy remotos. He aquí el intelecto. La intelectualidad de unos autores que harán lo imposible por no mostrarse conscientes de ser los verdaderos autores.

17 de noviembre de 2004. José Luis Rodríguez Zapatero, primer presidente de la democracia que se somete a una sesión de control parlamentario en el Senado.

«Muere Arafat: Los líderes mundiales abogan por la paz», titulan los periodistas de CNN+. Aunque se diría que procede del otro bando, es un titular extraordinariamente acertado: el contrastable belicismo como un puñetazo seco en el estómago del espectador. No estamos nada acostumbrados a que uno de los premios Nobel de la Paz sea el «peor criminal de guerra desde la Segunda Guerra Mundial». Nada como un claro mensaje al mundo. Suficiente será con repetirlo 1000 veces para que todos aplaudamos. No creo que el redactor fume crack, así que una de dos: o el premio Nobel se concedió sin motivos (mejor dicho: con mala suerte) o el que lo acusa de criminal dialoga con un espejo. Por cierto, sólo los medios de comunicación llevan cámaras a los funerales. Todo sea por la paz.

Bien mirado, tiene mucho sentido argumentar que el pueblo nunca se equivoca. Y mucho menos el estadounidense. Es un pueblo que se muestra muy inteligente cuando tiene que elegir a sus líderes. Tengo la impresión de que muchos ciudadanos que votaron al presidente eligieron que el criminal no perdiera las elecciones; no que las ganara. Votaron no conocer su reacción en el caso de que las perdiera. El miedo es como un manual de supervivencia y no siempre procede del extranjero.