miércoles, 11. febrero 2004

Zapato



voces de piedra esculpen sueños de piedra como cantos de acanto a coro del viento obviamente de piedra que las gaviotas taladran en su vuelo de piedra sobre un mar de piedra

en la orilla de piedra las olas de piedra a pedradas golpean la estatua de piedra de un pescador capturando eternamente un zapato de piel hecho a mano y al que siempre le faltará un pie




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Mi seta






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martes, 10. febrero 2004

Tesis



el bebé en la cuna del hospital es el niño escondido detrás de la cortina es el monaguillo ante el crucifijo es el estudiante ante sus libros es el soldado tras la mirilla del tanque es el corredor de seguros abandonando la carrera es el jugador que administra sus cartas es el aficionado en la grada del estadio es el cuarentón en la cola del paro es el viejo que contempla las obras del edificio es el esqueleto que yace debajo de la lápida es

[ soplo ]

es esta mota de polvo que se te metió en el ojo




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domingo, 8. febrero 2004

Lo siento.






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viernes, 6. febrero 2004

Refugio



Cada hora es un invierno distinto y, cuando llega el invierno, a la ciudad se le caen los pájaros como a nosotros los dedos. Coleccionamos cielos en la mirada, la saliva repta por nuestra piel hacia las cenizas dulces del sueño y nuestra sábana infinita la descolgamos por cornisas y balcones para escapar hacia el amor. Cuando éramos espejos nos pasábamos el tiempo mirándonos sin tiempo, como gatos por vez primera ante los secretos del agua; hoy nos queremos como dioses microscópicos condenados a la locura de una memoria que aún no hemos fabricado mañana. Antes que nuestro canto y sus estaciones, antes de que nos crecieran todas las uñas, antes de que se publicaran los derechos de admisión internacionales, antes de que nuestra gran voz de pulga saltara por los aires, existía el vacío universal y perfecto de los innumerables astros que a dentelladas se pusieron de acuerdo para equilibrar nuestro poco de nada, un punto muerto en el horizonte imposible. En cambio, contra todo pronóstico, crece ahora y aquí un bosque frágil e imperfecto de luces inmunes a los besos que con cuidado depositamos en cada una de nuestras cicatrices. Un enjambre de caricias es el fruto del árbol que todavía no saboreamos, pero nos ofrece al menos una sombra mínima. A buen bebedor, poco vino basta. Los fabricantes del odio ignoran que ensayamos eternamente el mismo sueño de felicidad, aunque mil veces nos cambien de lugar el paraiso.




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