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miércoles, 17. diciembre 2003
Cuento de Navidad Claro, el camino es largo y aburrido. La estrella, muy harta, se posó sobre la luna para descansar un rato. Así que aparcaron los camellos, descargaron los regalos, hicieron un fuego y se acostaron. Y como hacía frío, pero que mucho frío esa noche, Melchor se metió en la cama con Baltasar. Gaspar roncaba como un puerco, lo que favorecía el insomnio. Y como hacía largos y pesados siglos que nadie les daba amor, y no me refiero a ese manido e insulso sentimiento navideño, sino al amor de verdad, esto es, sexo loco, mete-saca salvaje, revolcones del alma y cigarros postcoito, en fin, auténticos actos amorosos, pues entonces empezaron a acariciarse bajo las tupidas mantas, mientras se miraban a los ojos desde el asombro al candor, del beneplácito al placer, que a esas alturas era ya un placer absolutamente inevitable. Baltasar no opuso resistencia a las profusas barbas de Melchor y lo besó en los labios con toda la ternura de un niño, mientras que éste, más necesitado, hacía tiempo que deseaba comprobar la prolongación eréctil de su compañero de viaje, así que su mano descendió hasta los mencionados abismos para agarrar la preciada herramienta genital. Cuando el pelirrojo monarca dejó de roncar y amaneció, halló a sus homólogos completamente desnudos y amalgamados de tal manera que parecían un sólo cuerpo, carne única, pura densidad. Se sentó en una piedra y los contempló durante varios silencios. "Vaya fraude, qué embuste, qué chapuza de reyes magos, que se lo regalan todo ellos y a mí me dejan fuera", pensó Gaspar, a quien no le hubiera importado gozar de beneficios a tres. Cuando logró sobreponerse, los despertó como si nada hubiera pasado y les dijo que debían proseguir su camino. Buscaron en el firmamento la estrella y se embucharon a toda prisa la real capa, porque su estela ya los aventajaba en algo más de dos horas. Ese día llegaron tarde al trabajo.
Escrito por jose el 17 de diciembre de 2003, 10:40:19 CET
martes, 16. diciembre 2003
Hueco I Disimulas bien la distancia y domas a la perfección los recuerdos, como si pudieras aplazar la vida al margen de tu memoria; sabes que un crepúsculo son todavía dos donde mejor te pontificas a salvo del tiempo. En la sombra te sorprendes cuchillo y sangre dentro del animal salvaje donde tu deseo miente contra cada uno de tus malos sueños; y contra el mundo aprendes fatal que un beso no es más que una hormiga perforando inútilmente el planeta. Sopla ya la velas que te delatan antes de que se desmorone el cielo, antes de que la noche se abra definitiva como una rosa infinita y negra, antes de que tu inocencia mute en la fotografía rota de un olvido desenfocado. No siempre una sonrisa ahuyenta la soledad.
Escrito por jose el 16 de diciembre de 2003, 18:12:03 CET
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Escrito por jose el 16 de diciembre de 2003, 11:44:10 CET
lunes, 15. diciembre 2003
Justicieros La detención de Saddam Hussein es ilegal. Como la ocupación. Ni siquiera un juicio auspiciado por la ONU podría gozar ya de toda la legitimidad de un proceso verdaderamente justo, puesto que los policías que lo han capturado son ladrones de petróleo y asesinos de civiles iraquíes. Repitámoslo una vez más: EEUU no puede detener ni juzgar a nadie más allá de sus fronteras sin el amparo del derecho internacional. Ni siquiera al dictador más violento. Es lamentable que parte de los que estuvieron en contra de la guerra se pongan ahora pinzas en la nariz para soportar la putrefacción de los cadáveres e insinúen que, en el fondo, la invasión fue un mal menor. Si bien lo que en verdad me repugna es la absoluta trivialización de las consecuencias de cualquier guerra, algo que en algunos esconde tanto odio que acaban convirtiendo los micrófonos y las pistolas en instrumentos fácilmente intercambiables.
Escrito por jose el 15 de diciembre de 2003, 11:27:47 CET
viernes, 12. diciembre 2003
¿Se ha perdido (la) democracia? (II) Leo que en España los policías volverán a ser jueces y que el gobierno podrá encarcelar a otros políticos por llevar a cabo acciones políticas. Una legislación injusta en los procedimientos de creación de normas y el uso de las mayorías absolutas sin limitación alguna en el Parlamento son los ingredientes perfectos para devolvernos a todos la desconfianza en la existencia real de la democracia en el Estado español. El abuso del código penal como arma de coacción masiva cuyo fin es destruir cualquier tipo de disidencia está solamente a un paso de la pura omisión del mismo para que el partido en el poder actúe con toda arbitrariedad. El 14 de julio de 1933, el gobierno alemán dictaba una ley que proscribía a los partidos en Alemania: el partido nazi pasaba a ser el único partido legal en Alemania. Cierto que el ejemplo actualmente suena como una hipérbole con trompetilla, pero no está de más, en estas circunstancias, ser consciente del peligro que implica el hábito de transformar las ideas y creencias, de mayorías o de minorías, en norma y ley de un Estado. Hace unos días nos enorgullecíamos de nuestra Constitución, de nuestros 25 años de democracia y convivencia en paz, y es verdad que no es para menos teniendo en cuenta los 40 años de dictadura y oscuridad que atravesó España tras la guerra del 36. Muchos ciudadanos observamos que determinados fantasmas que creíamos superados aparecen de nuevo en el horizonte para debilitar y aniquilar libertades reconocidas en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Para algunos quizá sea una simple anécdota, más o menos desagradable, el intento, por parte del gobierno del Estado, de convertir en ley que un policía pueda retirar, a su juicio y arbitrio, un carnet de conducir, pero para mí no lo es en absoluto: se trata de una vulneración en toda regla de derechos fundamentales del ciudadano, como son la presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo, entre otros. Lo que no es ni por asomo un simple desliz es la pretensión de convertir la consulta a la ciudadanía, es decir, el derecho al referéndum, en un delito. Este tipo de actuaciones sólo tiene un nombre: fascismo. El gobierno español debiera anotar en su mein kampf particular una frase de su admirado Manuel Azaña: La libertad no hace felices a los hombres, los hace sencillamente hombres. Y esta otra de Oscar Wilde: Una sociedad se embrutece más con el empleo habitual de los castigos que con la repetición de los delitos. Aunque dudo seriamente que los actores de estos despropósitos hayan leído alguna vez a Manuel Azaña y Oscar Wilde. Quizá es que al final no se avergüenzan cuando les gritan: "esto nos pasa por tener un gobierno facha".
Escrito por jose el 12 de diciembre de 2003, 10:14:41 CET
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