miércoles, 12. noviembre 2003

Gira



In memoriam. Dedicat a Miquel Martí i Pol.

No és l'unic que passa, ni el més fort que entra, ni el més llest que calla, ni aparenta ser qui més treballa. Conec de vista a l'home que creua la porta de la fàbrica com si amb la meua ungla foradara aquesta pàgina. Una eternitat quasi absent sap des de quin mar de solitud el contemple. Tots els dies es presenta al seu cap amb una vella roda que entre les seues mans gira i gira. El seu superior no ho entén, perquè per a què una roda inservible si és un objecte que ni fila ni cus. Aquest home no té automòbil, ni tampoc aplega amb autobús; he vist amb els meus propis ulls que a l'alba cau com el sol o com la pluja fresca, amb un vers sagnant al paladar, tot just quan el rellotge menteix i sua a conciència el somni mort del temps per a entrar puntual i de blau en un món que podria semblar-se a aquest món exactament a les vuit en punt. Fitxa, treballa, esmorza, fitxa, treballa, dina, fitxa, treballa, treballa; i fitxa. A l'home que surt de la fàbrica amb un vers sagnant en el paladar el coneixia de vista. Ocupava el temps en viure fins que la seua vida fou ocupada pel temps. Les seues paraules les cisella encara el vent sobre el mur invisible de l'horitzó, l'únic animal que ni a la paraula ni al silenci escapa. Ara mateix torna a sortir de la fàbrica, i és extraordinari: entre les seues mans encara gira la roda. La roda que gira y regira, però a repèl del temps.

Traducción:

In memoriam. Dedicado a Miquel Martí i Pol.

No es el único que pasa, ni el más fuerte que entra, ni el más listo que calla, ni aparenta ser el que más trabaja. Conozco de vista al hombre que cruza la puerta de la fábrica como si perforara con mi uña esta página. Una eternidad casi ausente sabe desde qué mar de soledad lo contemplo. Todos los días forma ante el jefe con una vieja rueda que entre sus manos gira y gira. Su superior no lo entiende. porque para qué un rueda inservible si es además un objeto que no cose ni teje. Este hombre no tiene automóvil, tampoco llega en autobús; he visto con mis propios ojos que al alba cae del cielo como el sol o como la lluvia fresca, con un verso sangrando en el paladar, justo cuando el reloj miente y suda a conciencia el sueño muerto del tiempo para entrar puntual y de azul en un mundo que podría parecerse a este mundo exactamente a las ocho punto. Ficha, trabaja, almuerza; ficha, trabaja, come; ficha, trabaja, trabaja; y ficha. Al hombre que sale de la fábrica con un verso sangrando en el paladar lo conocía de vista. Ocupaba el tiempo en vivir hasta que su vida fue ocupada por el tiempo. Sus palabras todavía las cincela el viento en el muro invisible del horizonte, el único animal que ni a la palabra ni al silencio escapa. Ahora mismo ya vuelve a salir de la fábrica, y es extraordinario: entre sus manos todavía gira la rueda. La rueda que gira y gira, pero a contrapelo del tiempo.




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lunes, 10. noviembre 2003

Orando en Sión



Mi vida es un muro. Lo levanto entre tu y yo para no verte nunca, para no oirte nunca, para no tocarte, no olerte, no quererte, para odiarte a solas, para encerrar tu memoria, para que no me dés pena, para que tu dolor, tu tristeza y tu muerte sean solamente tuyas, aunque te las regale yo, y para que tu sangre no se mezcle jamás a la mía cuando arraso tus campos y me asiento en tus tierras. Te aviso. Ten cuidado. Tengo en mis manos el virus de una epidemia mucho peor que el hambre en el mundo: levantar muros. Soy especialista, profesional: mi fe es un muro. Mi lucha es contra la palabra y mi objetivo es edificar, ladrillo a ladrillo, el silencio más alto. Mi vida es un muro, la vida de mis hijos, de mis hermanos, de mi mujer, la vida de mi pueblo es un muro. Si quieres decir algo, rellena este formulario llamado mediosdecomunicación. Y no tengo miedo, porque también mi miedo es un muro. Dios me protege y me hace libre: tendré por eso una casilla preparada para todas las preguntas que me quieras hacer. Mi nombre es Herzl.




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domingo, 9. noviembre 2003

Interiores



Todas las tardes de domingo se parecen como pistolas, aunque por suerte algunas se dejan vivir con menos barrotes y con mayor sosiego que otras, lo que permite que, gracias a la tradicional procesión de asfixia, mi esqueleto se relaje una rato en el sofá y sus doctos discursos sobre inactividad cerebral se muestren menos convincentes. Como ya hace domingos que entreno, por fin la de hoy se me cae de las manos más lenta, como el aceite, y se descuelga en hillillos desde las yemas de mis dedos hasta cualquier objeto de la casa. He dado un paseo, hemos ganado por goleada el partido de fútbol sala, y después, desganado, me he puesto a husmear renglones de varios libros que nunca acabo de leer, páginas religiosas de Pasolini que voy leyendo como si fueran leyéndose a sí mismas, páginas que insisten en no dejarse leer y ya están cansadas de que intente leerlas; he apagado y encendido dos veces la radio, dos más la televisión, una vez la cocina, una docena el interruptor de la luz y, con ésta, dos el ordenador... Pero todo es inútil. No hay pistas. Aunque lo intento, sigo sin ver a Dios por ningún lado. Así que con un domingo tan patas arriba como éste, no hay nada mejor que hacer que imaginar qué sabor tendría un beso de Lauren Bacall, tratar de comprender por qué no soporto las palomas si, en cambio, ellas a mí sí me toleran, darle vueltas a por qué precisamente hoy, y no ayer, hay cigüeñas de travesía por estos lares, repasar uno a uno todos los símbolos y signos religiosos de una película tan poco original como Matrix, o simplemente ponerse a mirar en silencio como desfallece por la ventana esta tarde idiota justo en este instante interior que, de perfil, tanto se parece a la palabra ausencia, al adjetivo gris y, más que nada, a mi cara de sueño.




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¿Qué es lo mejor?



No hay nada mejor que ver tu sonrisa. No hay nada mejor que el sexo. No hay nada mejor que poder compartir todo lo que tenemos. No hay nada mejor que imaginar. No hay nada mejor que encontrar un amor a medida. No hay nada mejor que ser como uno es. No hay nada mejor que una espontánea carcajada para mover los músculos de la cara y, de paso, olvidar los problemas. No hay nada mejor que aprender cosas. No hay nada mejor que ayudar al prójimo. No hay nada mejor que defender lo nuestro. No hay nada mejor que no pasar hambre. No hay nada mejor que la sonrisa de un niño. No hay nada mejor que tener un espacio propio. No hay nada mejor que el sexo. No hay nada mejor que la amistad verdadera. No hay nada mejor que tener dinero. No hay nada mejor que no tener dinero. No hay nada mejor que trabajar en lo que a uno le gusta. No hay nada mejor que descargar adrenalina haciendo deporte. No hay nada mejor que el futbol. No hay nada mejor que el sexo. No hay nada mejor que tener salud. No hay nada mejor que morirse. No hay nada mejor que volar. No hay nada mejor que estar seguro. No hay nada mejor que vivir intensamente cada instante. No hay nada mejor que la siesta. No hay nada mejor que estar solo. No hay nada mejor que nombrar lo absoluto para darnos cuenta de que pronto se hará relativo. No hay nada mejor que el sexo. No hay nada mejor que inventar historias. No hay nada mejor que la felicidad eterna. No hay nada mejor que el sexo. No hay nada mejor. No hay nada mejor. No hay nada mejor. No.




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jueves, 6. noviembre 2003

La ética y las etiquetas



Los seres humanos son más salvajes que los animales de la selva cuando el resultado de cualquiera de sus esfuerzos por cambiar la realidad se convierte en pura fantasía, una condición perversa que es así elevada sin piedad al rango de prostituta de los desarraigados, de los subversivos, de los disidentes. Incluso este hierbajo que ahora usted pisa y a su zapato se somete, este hierbajo que acata sin rechistar su fotosíntesis al borde de la irrealidad y sin conciencia de sí mismo, este hierbajo sufre mucho mayor espanto ante su propia existencia que la sombra epiléptica que actualmente proyecta sobre el planeta el fuego quemado de los filósofos y de los pensadores sociales. A quien no se conforma, a quien de una u otra forma critica constructivamente las conductas de su prójimo con argumentos razonados y razonables, se le envía de inmediato a la tumba ideológica de los que defienden algún tipo de interés privado, cuando no una tara personal o una cátedra, por muy públicos, sociales, sólidos y desinteresados que resulten los pilares de su discurso.

El juego predilecto y a menudo solvente de los acomodados en los sillones del sistema de vida actual es el constante hurto, apropiación y privatización hipócrita de las proposiciones lógicas y de progreso del adversario, con la finalidad de vaciar de contenido, bajo un halo de sensibilidad y autoconmiseración, cualquier síntoma o resquicio de libertad y discrepancia por parte del opositor. El maniqueísmo servido en bandeja de plata por los abanderados de los ideales de moda (democracia, libertad, igualdad, tolerancia, trabajo, etc) se exhiben como modelos en las pasarelas y se pregonan en los escaparates mediáticos como las supremas y purísimas éticas globales, universales y jurídicamente perfectas, como objetos en sí y para sí donde el sujeto es omitido, como objetos objeto, inanimados, inertes, estériles, huecos, como estatuas intocables, como latas en conserva, sustantivados al vacío y adjetivados anticipadamente con la calculada seguridad de que petrificar los valores que de ellas se derivan equivale a adueñarse de su definición, invadirla a perpetuidad y tomar el control absoluto de las mismas.

Es así como el grito de rabia, de socorro o de tristeza de cualquier desarraigado del mundo se pone a la venta sin ningún tipo de pudor por las multinacionales de la información como una especie de infelicidad indeseada, despreciada, ajena, como sensiblera noticia de interés humano o, sencillamente, si el deseo de la visible mano invisible es enterrar el tema, a modo de atentado terrorista en el seno mismo del cerebro del individuo acomodado. Hace años, el magnífico pensador T.W. Adorno escribió en su "Minima morialia" que sólo en el distanciamiento de la vida cobra vida el pensamiento y queda ésta verdaderamente enraizada en la vida empírica. Pues incluso esta sólida argumentación acerca del "distanciamiento" del pensador, que nada tiene que ver con el alejamiento, es a menudo manipulada hipócritamente por lo verdugos de la disidencia y conducen a muchos apasionados del compromiso a la hoguera de la eterna resignación, apasionados que de la noche al día se enfundan el uniforme del escepticismo y caen cuando menos en la creencia de que sus antiguos principios no eran nada más que meras debilidades críticas.

Y para terminar... Cuando escucho últimamamente repugantes consignas del calibre "vamos a proseguir con la reconstrucción de Iraq", como si pudieran reciclarse como ladrillos los corazones de los cadáveres, no solamente pienso en los que han muerto durante esa guerra y posterior ocupación, no solamente me duele el desarraigo que están sufriendo millones de personas, no solamente odio cuando siento odio por la propia falacia interna de la palabra "reconstrucción"; también me espanto, también siento verdadero terror ante la fotosíntesis que a diario realizan gran parte del resto de mortales del planeta mientras los obispos, los cardenales y el papado de la democracia convierten la ética y sus valores en meras etiquetas comerciales a la venta ya por TV. La visión de la vida ha devenido en la ideología que crea la ilusión de que ya no hay vida, diría T. W. Adorno.




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