jueves, 6. noviembre 2003

No digo nada



Yo no digo nada. Nunca digo nada, ni siquiera ahora, ni mucho menos aquí. ¿Qué? ¿Que qué digo? Nada. Este yo, es decir, esto que fraudulentamente yo creo que llamo "yo", este yo que me ocupa y me invade, que no me hace caso porque ciertamente no sabe nada de mi, este yo nunca dice nada de nada, y si dice algo, aunque sea "buenos días" o "qué tal, Pili", seguro que es mentira o lo que aún es peor: falso. Otra cosa es que alguien se lo crea, o que se lo quiera creer. Porque nunca digo, ni dije, ni diré nada. ¿Cómo voy a saber yo decir más que lo que dice mi cuerpo desnudo ante el mundo, este cuerpo que sabe más de mi que yo, y más que todos los libros del mundo que lo saben todo? Sin ir ni venir, porque no me muevo, parece que vengo de una eternidad muda y que voy hacia otra eternidad muda, al menos mientras no se demuestre lo contrario. Me he pasado la vida callado, por más que grite, por más que llore, y ya presagio, con educada antelación, que en silencio hablaré hasta en la tumba. A ver, ¿qué he dicho? ¿Que soy agua con gas? No es cierto. ¿Y es que acaso acabo de decir algo? Me doy cuenta, además, de que tampoco nosotros decimos nada. ¿Qué decía usted? Usted se calla. No se enfade. No me malinterprete. Usted no dice nunca nada y si cree usted que en verdad dice algo, usted es un idiota o un imbécil (depende) como yo cuando me creo que digo algo. ¿Hola? ¿Hello? ¿What? ¿Hay alguien ahí? Fin de la comunicación. [Éste es el contestador automático de la Oficina de Objetos Perdidos. Si usted está llamando a este número de teléfono desde un año posterior al 2100 d.C. o bien telefonea desde alguna galaxia aún desconocida, deje por favor su mensaje e intentaremos atenderle, o no, en cuanto nos sea totalmente imposible].




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miércoles, 5. noviembre 2003

Curso gratis de economía rápida para capitalistas



No es fácil, pero apliquemos la lógica y el sentido común. Más es más y menos es menos. Más és siempre más que menos, pero más también es menos que mucho más. Generalmente, tanto los que tienen más como los que tienen menos siempre quieren tener mucho más, pero los que más tienen (que son muchos menos), suelen tenerlo más fácil para lograr todavía más que los que tienen menos (que, en cambio, son muchos más). Los que tienen menos, aunque son más, no se ponen de acuerdo ni siquiera en el hecho de conseguir, entre todos ellos, solamente un poco más, porque todos y cada uno quiere tener tanto como los más tienen, y porque chupar de los que más tienen no da para tanto: son tantos a repartir... Por contra, los que tienen más, aunque son menos, se ponen de acuerdo enseguida en que tienen que lograr, todos y cada uno ellos, mucho más, porque chupar de los que tienen menos sí que les da para aunque sólo sea un poco más. Mientras tanto, la idiotez prospera en planeta como una epidemia: los que tienen menos no se dan cuenta de que tienen algo y los que tienen más no se dan cuenta de que lo tienen todo. Más es más y menos es menos. Lo que cada vez le importa menos a nadie, ni los que tienen más ni los que tienen menos, es que alguien no tenga absolutamente nada. Porque nada es nada. Ni más. Ni menos.




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También yo fui periodista, pero no me caso








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martes, 4. noviembre 2003

Adolescente adoleciendo



Ahora saldré y me emborracharé de nuevo iré muy ciego por cualquier calle llena de pierna y minifalda de escote y lunas blandas te borrarás en mi cerebro y asistirás al corazón con alcohol y sin razones con la ausencia de quien no está o de quien está realmente ausente

Pero tu volverás será un retorno frágil será una vuelta acostumbrada y con falta de costumbre atacarás mucho más fuerte que cualquier resaca Sé que aunque beba agua y más agua jamás seré capaz de apagar esta sed que es mi incendio o mi lágrima esta grave resaca que a menudo tu recuerdo me propicia




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lunes, 3. noviembre 2003

Bastones



Se conocían de vista, de lejos, de a veces, de quién es ésa mujer, oye, y qué guapa, ¿no? Y él quiso conocerla un poco más, como a otras. Muchas otras. Y por fin se citaron. Del café al carajillo, de la fanta al wisky, de tu casa a la mía y de la práctica de la navegación a la técnica del buceo. Fueron a pasear por el jardín de palacio. Su silueta de pareja enamorada bajo la luz otoñal era de postal. Una postal cara. Le propuso él adentrarse un poco en el bosque, es decir, que le propuso adentrarse, esos adentros donde había previsto ya el beso, su intensidad, la ausencia de lengua en el primer ataque, su movilidad en el segundo, la fuerza del viento, la luz, la presión atmosférica y, finalmente, su proposición de boda. Ella se sonrojó un poco, pero no tanto, cuando de repente él optó por enseñarle sus dos bastones, el de futuro rey y el de hombre. Alzando el primero, le susurró: éste lo heredarán nuestros hijos o quizá vos si es que yo me muero antes. Y tras morderle el lóbulo derecho, se agarró con contundencia el segundo para añadir a continuación: a éste no le doy más de quince años, así que empecemos a aprovecharlo hoy mismo bajo este árbol. Ya tienen fecha. Se casan. Pero lo que a ella le molesta, y no poco, es que no le dejen realizar la retransmisión televisiva de su propia y real boda. No creo yo que por eso se haga republicana, y es una pena.




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