Munich con palomitas



Munich me ha parecido una interesante película que, entre muchas otras cosas, tiene el poder de gritar imbécil al espectador que digiere las secuencias tragando palomitas y también el talento para describir el fanatismo no sólo de sus personajes sino también el de los que siempre ven el cine político como un panfleto peligroso. Pero vamos a las palomitas, porque opiniones las hay de honestas y sensibles. El espectador que engulle simultáneamente palomitas y cadáveres —y que además tiene el permiso administrativo de hacerlo—, probablemente fue a la escuela y conoce el significado léxico de la expresión película basada en hechos reales, pero seguramente desconoce, o se niega a descubrir, el alcance del argumento de la película porque cada palomita que se embucha conforma la ficción de mantequilla con la que suele alimentar a su cerebro. El espectador de las palomitas vive satisfecho en el mundo de las palomitas, se siente seguro en el mundo de las palomitas y de ninguna forma desea abandonarlo. Exactamente igual que algunos comentaristas de cine. El espectador-palomita devora su propio cerebro, pero diría que de una forma aún más indigna —si cabe— que Avner, el protagonista de Munich, cada vez que asesina a un congénere. Salvando las distancias, claro. Creo que el único roedor de palomitas de la sala es el que me tocó cerca. Cuando terminó con las palomitas, comenzó con las uñas. Y cuando consumió sus uñas, escondí las manos, por si acaso. Es lamentable que, si existe una ley antitabaco, no se reclame ya una ley antipalomitas. Pienso que es una cuestión de higiene sonora y salud cultural.




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Horas de oficina



J- Hola, ¿puedo pasar? G- Si, claro. J- El cliente me dice que el trabajo lo quieren para ayer... G- (Sonrisa) Es que... ya sabes que este sector es así... J- Pasado mañana quieren tener las pruebas para el cliente. G- Siempre estamos igual, ¿llegamos entonces? J- Lo que es llegar llegamos... Pero, claro, eso si como y duermo aquí en la oficina, no paro ni un minuto y blablabla blablabla... G- Ya veo... ¿De cuántas horas estamos hablando exactamente? J- ¡ ... ! G- Lo digo para saber cuánto les cobro. J- Entiendo... No sé, para pasado mañana... Cóbrales 500 horas e incluye mi desayuno, por favor.




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Víctimas



El otro día me quiso agredir una víctima del terrorismo. Estoy pensando en formar la Asociación de Víctimas de las Asociaciones de Víctimas.




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La hipocresía de Noé



Planean buitres de todo el mundo; buscan los mejores planos. Kilómetros de cadáveres conforman un refinado plato. El plató. En picado descienden, panorámica del hedor, para picotear los ojos podridos y servirlos en bandeja de cátodos ante todos los que seguimos vivos. Pero que no se diga: habrá contrapicado desde la fosa para resucitar finalmente en un plano celestial donde los satélites exhibirán las morbosas señales de humo. Noé vende su historia del maremoto de lágrimas, pero no reinvierte en su causa.




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Hypókrisis



"El mundo se divide en dos clases de personas: la gente y yo", escribió Jaime. Y digo yo que la gente, a su vez, se divide en otras dos clases, básicamente: las que evitan a toda costa el sufrimiento que pueda causarles sus propias convicciones y las que no. Como la biosfera, la blogosfera está poblada, en buena parte, por el primero de los grupos, es decir, por las personas que no están dispuestas a que su vida sufra por culpa de sus ideas. Lo más importante no es hallar un flamante adjetivo (fariseo, buitre, sabandija) que califique al primer grupo cuando oculta su identidad para juzgar al segundo, sino descubrir por qué el segundo grupo, más hipócrita si cabe, se reprime y oculta la violencia con la que desearía aniquilar al primero. Como dijo Nietzsche, nada más hipócrita que un hipócrita en contra de la hipocresía.




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