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Escrito por jose el 14 de febrero de 2006, 11:33:19 CET
La diseñadora
Escrito por jose el 7 de septiembre de 2005, 20:09:11 CEST
Después de darle muchas vueltas, por fin... El trabajador: Pienso que lo mejor sería que, en vez de en las primeras páginas, las cuatro fotos principales de la revista estuvieran en las centrales, así se guardaría una mayor coherencia y se seguiría una misma línea editorial. El cliente: ¿Seguro? ¿Quedaría mejor? No lo sé, no lo veo claro. El jefe: No. Mirad: podríamos poner las cuatro fotos principales en las páginas centrales de la revista y así quedaría mejor. El cliente: Claro, mucho mejor, si es eso es lo que yo decía. 8–∫
Escrito por jose el 21 de octubre de 2004, 20:17:03 CEST
El precio de mi trabajo No estoy en venta por un contrato de trabajo. Como mucho me alquilo por unas horas, y no todas mis energías ni todas mis facultades, sino parte de ellas, es decir, las contratadas. Cuando usted adquiere una máquina, está claro que ha pagado por ella para que ésta funcione al 100%, pero también es verdad que le aplica un mantenimiento, unas reparaciones, unas actualizaciones y, por tanto, se gasta periódicamente un capital en ella. ¿Por qué a los trabajadores no les presta ni siquiera esa mínima atención? En función del incremento anual de precios (IPC) y de mi antigüedad en su empresa, por mi contrato usted ha dejado de pagar, por lo menos, el 30% del salario que me corresponde (plusvalías y teorías a parte). Evidentemente, estoy perdiendo poder adquisitivo, lo que equivale a decir que me está bajando el sueldo un año tras otro. Por tanto, en esta situación, y ante su negativa al diálogo, no tengo otro remedio que trabajar al 70% de mi capacidad y potencia.
Escrito por jose el 30 de enero de 2004, 8:55:25 CET
Mi amigo Fernando es un ser humano tremendamente tímido y cauto al tiempo que muy eficiente y eficaz en todas y cada una de sus tareas, a menudo tan silenciosas y discretas como inteligentes y provechosas. Es de trato difícil, pero no por eso deja de ser lo que siempre ha sido: una buena persona. Por su forma de ser y de trabajar, mi amigo Fernando ya sabía que en algún momento podía ser objeto de acoso a lo largo de su vida laboral, pero desconocía hasta qué punto, hasta qué padecimiento, hasta qué desilusión, y desde luego no era capaz de imaginar que la sobrecarga diaria de tristeza, rabia, culpabilidad, decepción y desesperación lo conducirían al extremo de tener que elegir entre el suicido y el asesinato. Hay personas que son más susceptibles de ser acosadas, en la medida en que son percibidas como más ingenuas o vulnerables que otras, o en cambio por poseer determinados estudios, competencias y virtudes como las de Fernando, de las que carecía su acosador. Reconocido está que el acoso laboral normalmente no se planea contra individuos poco inteligentes, sino contra personas valiosas, honradas y con un alto nivel ético. Fernando atravesaba a menudo estados fuertes de ansiedad, de decaimiento, insomnio tardío, dolores de espalda, repentinas depresiones e, incluso, llegó a padecer importantes secuelas físicas, que nos ahorraremos ahora mencionar aquí para eludir cualquier atisbo de sensacionalismo. Fernando no podía desconectar de su trabajo y era atacado por taquicardias cada vez que se iniciaba la jornada laboral. Los compañeros, que no deseaban meterse en problemas con el jefe, solían pensar que algo habría hecho Fernando, algo habría dicho, alguna falta habría cometido para que el jefe se comportara, con excesiva frecuencia, de una forma tan desagradable con él; esta situación aislaba a mi amigo y reforzaba la idea que de sí mismo tenía como culpable de lo que le pasaba, provocándole inseguridad, anulándole la autoestima y degradando la confianza que tenía en sus propias habilidades y conocimientos que, como decía, no eran pocos. Su acosador se servía de todas aquellas actitudes y comportamientos encaminados a minar la salud psicológica de la víctima, como el no darle ninguna tarea o asignarle, sin cesar, nuevos cometidos desproporcionados para la fecha exigida de entrega o trabajos completamente absurdos. Digámoslo ya, pues. Su jefe era un auténtico psicópata organizacional, que a toda costa intentaba desacreditar profesionalmente a su víctima. Para ello, es verdad que era común que hubiera días en que no se le asignara trabajo alguno, e incluso que velara para que Fernando no pudiera alcanzar trabajos por sí mismo. O, en lugar de eso, el jefe le obligaba a realizar tareas totalmente inútiles, o muy inferiores a su competencia profesional. También sucedía lo contrario: se le agobiaba continuamente con trabajos nuevos, de manera que le resultaran inabarcables o le exigieran una experiencia profesional claramente superior a las competencias profesionales que marcaba el escaso convenio firmado entre los sindicatos y empresarios de su gremio. Su jefe, un profesional del acoso obsesivo, como tantos otros jefes anónimos, le limitaba a toda costa las posibilidades de ascenso en la empresa y reducía a cero la probabilidad de comunicarse adecuadamente con el resto del personal. Se le interrumpía cuando hablaba, se le gritaba sin sentido o se le dejaba en evidencia ante los demás en voz alta o por la espalda. Se le amenazaba verbalmente o por escrito, se le aislaba o se ignoraba su presencia, por ejemplo dirigiéndose exclusivamente a terceros en su presencia, como si no existiera. Se producían ataques verbales, criticando exageradamente los trabajos realizados. No sólo el jefe: a veces, también los compañeros, en connivencia con el acosador, se convertían en acosadores y también le gritaban, le chillaban o le injuriaban en voz alta. La cuestión es que Fernando, finalmente, ha sido despedido. En la actualidad, Fernando está en tratamiento psiquiátrico, y parece que lentamente mejora. Sin embargo, su acosador sigue siendo jefe.
Escrito por jose el 29 de octubre de 2003, 23:04:55 CET
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