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sábado, 29. noviembre 2003
Escribir con el corazón Me temo que, para muchos escritores, más que una muestra de sinceridad o una señal inequívoca de autenticidad, el hecho de escribir con el corazón supone, ante todo, adoptar una postura incómoda. Escribir con el corazón exige al escritor una actitud corporal agotadora capaz de provocarle lumbalgias, artrosis, crueles desengaños amorosos, pérdidas de la virginidad de forma reiterativa, asombrosas mutaciones hormonales, transitorios cambios de sexo, problemas respiratorios como el asma y otras minusvalías deformantes absolutamente recomendables. Porque, vamos a ver, para escribir con el corazón, tras la no menos difícil elección de una determinada herramienta de escritura, el escritor en cuestión deberá atravesarse la aorta con pulso de cirujano y con una precaución tan excesiva como necesaria para sangrar no más de un litro y, finalmente, no morir en el intento. No menos grave es que, en dicha actitud corporal, con el artefacto de tinta ya clavado en el pecho y el corazón abierto sobre el papel en blanco, el aspirante no podrá sino verse obligado a inclinar el tronco hasta la única y poco decorosa posición supina en que le es posible caligrafiar cada letra de sus palabras con cautelosos movimientos del tórax, sin olvidar los riesgos que corre su vida en el caso de que una costilla pudiera quebrarse, que una astilla nadara desde cualquier arteria hasta los ventrículos, o que un arma traicionera y sediciosa pudiera emboscarle y embestirle por la espalda, lo que supondría llevar el Kamasutra a sus últimas consecuencias. Por tanto, escribir con el corazón es una tarea complicada y, ante todo, una magnífica violación de toda clase de ergonomía, además de una descarada provocación a los fisioterapeutas. Mejor un corazón revolucionando que cualquier ideal revolucionario.
Escrito por jose el 29 de noviembre de 2003, 8:55:01 CET
viernes, 28. noviembre 2003
Ich bin den letzen Mensch ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Y qué puedo esperar? Los intereses de la razón pierden legitimidad, no por ilegítimos, sino porque se muestran inútiles para la supervivencia del ser humano. Kant no sabía que se convertiría en una marioneta a la que todo el mundo le ha metido mano, en un títere movido por los hilos de lo factible, en un muñeco de goma al que, sin embargo, siglos después, señores como Adorno y Habermas habrían de cambiarle los pañales y tirar por fin a la basura los excrementos de los idealistas y espiritualistas hegelianos. La identidad [de Auschwitz] reposa en la no identidad, en lo aún no acontecido, que lo acontecido anuncia. Decir que siempre ha sucedido lo mismo es falso en su inmediatez, mas verdadero considerado a través de la dinámica de la totalidad. Quien se sustrae a la evidencia del crecimiento del espanto no sólo cae en la fría contemplación, sino que además se le escapa, junto con la diferencia específica de lo más reciente respecto a lo acaecido anteriormente, la verdadera identidad del todo, del terror sin fin. [Minima moralia, §149 (según la trad. cast. cit., p. 237)]. ¿Qué diferencias existen entre Auschwitz y Guantánamo, entre Polonia y Palestina? Deberíamos aclarar cuanto antes qué es una víctima, qué es un verdugo y, después, decir quiénes son. Nada más urgente.
Escrito por jose el 28 de noviembre de 2003, 9:08:29 CET
jueves, 27. noviembre 2003
NO-DO Faltaba ya muy poco para que hiciera su primera declaración Herman Goering, el inteligente y carismático (y no por eso menos carnicero) número dos del régimen nazi. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, el alemán se esfumó de mi vista y, sin cuña de enlace o transición, inundó toda la pantalla la careta y la sintonía, siempre alarmante, intimidatoria, inquietante, del Telediario de la TVE. En esos cuatro segundos de careta especulé: será otro atentado terrorista en Euskadi, o quizá otro atentado terrorista en Iraq, o bien otro atentado terrorista en Estambul... Pero no. Qué va. No era un atentado, aunque lo del terror está por ver. Los directivos del canal público habían improvisado el NO-DO para dar a los españoles la letizia de que el hijo de un rey y una periodista divorciada van a casarse un día tal y en un lugar tal, me da igual cuándo y dónde. Cuando la sonriente presentadora dejó por fin de deslumbrarme con su luminosa dentadura, volvíó a sonar el toque de queda del noticiario y, de nuevo, sin cuña de enlace, el militar alemán Herman Goering apareció ante mi vista como si el juicio de Nuremberg se reiniciara por voluntad del director de Televisión Española. La película en cuestión, me refiero a la de Yves Simoneau, no la de Stanley Kramer, no pude ya seguirla, pero el episodio nacional que acababa de sufrir no hizo sino refrescarme la memoria acerca de las técnicas de propaganda que utilizó Joseph Goebbels durante el Tercer Reich.
Escrito por jose el 27 de noviembre de 2003, 16:27:50 CET
miércoles, 26. noviembre 2003
Mi amigo Samuel y la filosofía del autoengaño Jose: ¿Y por qué quieres cortar con ella, Samuel? Samuel: Porque no son sus lágrimas lo que golpea en la ventana de mi casa; son gotas de lluvia. Porque no es su cuerpo lo que me da calor en las noches de invierno; es la estufa de gas. Porque no es su piel lo que mis manos acarician; es el lomo del gato. Porque no es su nombre lo que grito desde el salón; es el gol del Barcelona. Porque no son sus besos lo que busca mi boca; es la cena. Porque no es la soledad la que entra en casa cuando ella no está; es la ausencia. Porque no es su amor lo que me queda; es el olvido. J: ¿Seguro, Samuel? No me lo creo ni en verso. ¿Quieres que te diga yo por qué quieres cortar con ella ahora? S: Vale... Adelante. J: Porque no eres tu el hombre con el que ella se acuesta. Es el vecino.
Escrito por jose el 26 de noviembre de 2003, 20:33:32 CET
Nota al margen No sé si ustedes, pero yo lo noto. A veces prefiero la locura de lo perceptible a la serenidad de lo percibido. Y lo noto mucho. Regresa con energía medieval, con ánimos de cruzada, la ideología de lo congelado, lo petrificado, lo constituido, lo inamovible, lo sistemático; se elevan a la condición de imprescindibles los principios del punto muerto, y sálvese quien pueda; los altavoces de los medios de incomunicación vociferan las consignas necesarias para lograr un planeta en stand by; resurgen las cortesías del mírame pero no me toques; se siembra lo más insistente de la prudencia, lo más inseguro de la seguridad; se predica la teología de la prevención, la moral de la cautela y, sobre todo, esa visión extrema del mundo que acaba proclamando ni se te ocurra decir nada en contra de mi porque si no te mato. Y a todas horas escucho que lo mejor de todo esto es que, por ejemplo, si te despiden, ya no hace falta recordar lo rebeldes años 60, ni montar un teatro ni salir a la calle a cantar rap y protestar. Te tomas una Coke y ya está.
Escrito por jose el 26 de noviembre de 2003, 10:32:45 CET
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